A mediados de los años ’50 hubo otra fiebre de reventa de tierras y solares en esta Isla. Y la carretera de Santa Fe a Júcaro, en línea recta, estaba parcelada en toda su extensión, a ambos lados. Cada parcela, un solar disponible. Y en venta.

La vía estaba pensada como una gran avenida que culminaría junto al río, en el Jucaro Fishyng Camp (Campamento de Pesca Júcaro). Y en las inmediaciones, también en los planes de desarrollo, una ciudadela, muy exclusiva, de la cual llegó a nivelarse el terreno en toda su extensión y se le urbanizó con calles y sistema de alcantarillado.
Las calles, por cierto, evocando a notorios piratas: Ann Bonny, Mary Read (las mujeres primero, por cortesía, ¿no?), Henry Morgan, Francis Drake, John Racham, Calicó Jack… Todo pensado como un gran reclamo turístico, a disfrutar en La Isla de los Piratas.
De lo que llegó a construirse, queda una piscina, varios trozos de malecón, el carenero para la reparación menor de embarcaciones y la ciudadela en perspectiva con sus manzanas aplanadas, listas para los vecinos que no llegaron a construir porque triunfó la Revolución y
“… mandó a parar, se acabó la diversión”, como cantara Carlos Puebla.
Todo ahora bajo marabú y manigua costera.
¿Para quiénes se planeó Jucaro Fishyng Camp? La respuesta está en los numerosos pacientes y acompañantes que venían a Santa Fe, a curarse en las aguas termoradioactivas del balneario Santa Rita. Y eran tantos que, además de las 350 capacidades de alojamiento que sumaban los tres hoteles más los cuartos o habitaciones particulares, ya se tenía en planos la construcción de otros diez hoteles, en las márgenes del mismo río.
Era una opcional recreativa para ocupar el tiempo libre de los acompañantes y de aquellos pacientes ya suficientemente recuperados como para demandar ejercicio y aire de mar. Las embarcaciones eran modernas, con motores fuera de borda. Y se hacía la pesca al corso, la pesca fly, el buceo con snorquels o la excursión siguiendo una costa con abundantes recovecos donde se ocultará la más diversa fauna pirática. Y dejara su rastro, fascinante.

Jucaro Fishyng Camp dejó de prestar servicios a comienzos de los ’60 cuando cesó el turismo de salud que venía a Santa Fe. Años después, y sobre las facilidades ya creadas –varias instalaciones para alojamiento transitorio, o el cuidado de las artes de pesca y equipos de buceo– se levantaron otras construcciones, tan amplias que hoy representan un potencial de más de 40 habitaciones.
Las paredes y techos se conservan sin menoscabo alguno, los pisos no, fueron levantados y sus losetas de mármol tomaron otros rumbos. Hoy, sin embargo, es recuperable más del 50 por ciento de lo que hubo allí, y en algún momento, cuando volvamos a hacer (con la modernización de su balneario) que la antigua Santa Fe, hoy La Fe, recupere su atractivo ancestral, “…un gobierno astuto, inteligente y patriota” como sentenciara Sergio, el padre del Comandante Montané, hará la inversión pertinente que demanda su recuperación.
