Primera visita del Comandante en Jefe a Isla de Pinos (Primera Parte)

La revista Isla y de Isla of Pines News, ambas publicaciones bilingües, estaban orientadas a la promoción turística y comercial, así como el Diario del Comercio, con ediciones en tela de seda; pregonaban la conveniencia de la Zona Franca para esta Isla, la cual fraguó transformarla en una segunda Las Vegas, capital norteamericana del juego y la diversión.

Foto: Archivo

Quienes estaban detrás de tan convincentes medios de información y propaganda –la mafia neoyorkina, Batista y sus colaboradores militares y civiles– aupaban al turismo como primera opción y a la cría intensiva de ganado después, aprovechando las posibilidades de libre importación otorgadas por el Decreto-Ley Zona Franca, de 1955.

Sus promotores habían establecido bases contundentes para convencer y buscar el despegue prometido: terminaron un aeropuerto internacional para transporte de carga y pasajeros, adquirieron la antigua Compañía de Vapores y pusieron en ruta rápidas y confortables embarcaciones, desplegaron una red de puentes, caminos y carreteras logrando enlazar Santa Fe con Nueva Gerona y a esta con Santa Bárbara (hoy La Demajagua), a los cuales se agregaron La Ceiba, Ojo de Agua, Cayo Piedras y La Siguanea.

Una compañía inmobiliaria, encabeza por el Rey del Aluminio, compró Playa Larga y casi todo el sur de la Isla, así como los arenazos del litoral oeste donde, con trabajo semigratuito de reclusos, ya levantaban el Colony, primero en una cadena de majestuosos hoteles, concebidos según estándares internacionales.

Entre las obras más importantes de ese momento estuvieron el puente bascular sobre el río Las Casas y la fundación de la compañía eléctrica Nueva Era que suministraba energía suficiente a los enclaves en desarrollo.

Santa Fe, tercer polo turístico del país que tenía ya dos hoteles y un motel, incrementaría sus capacidades de alojamiento con otros diez hoteles para la explotación de sus afamadas aguas curativas, las cuales contaban con un Instituto de Fisioterapia y Rehabilitación considerado entre los mejores de su tipo. En las márgenes de río Júcaro estaba urbanizada el área para fundar una nueva ciudad destinada a los deportes de la pesca “a lo Hemingway”, con avenidas y calles tan emblemáticas como Abraham Lincoln o Henry Morgan.

Cierto, había guerra con los mau-mau, los rebeldes de Fidel Castro, pero eso era por allá en las montañas del oriente remoto, casi en otro país. Aquí, un pinero de tres al cuarto podía comprarse un automóvil del año, a plazos y precio de ganga, poco más que a costo de fábrica. Se vivía sin mayores preocupaciones, todo era paz y tranquilidad como convenía al “honorable señor Presidente”. No había torturados, pineros encarcelados por motivos políticos o la cruz de un asesinado ensombreciendo veredas ni caminos.

En este ambiente casi idílico fue bien recibida la instantánea mental de un fotógrafo competente y avispado, quien sentenció: “Cuba ha tenido muchos presidentes, Isla de Pinos solo uno: ¡Batista!”

Entre tanto, tenía plena vigencia la Ley-Decreto de Zona Franca, dictada aparentemente para transformar Isla de Pinos en un puerto abierto al ingreso de todo tipo de mercancías libres de impuestos. Las cuales luego se comercializaban en Cuba (por Batista y compinches) al precio de sus similares que sí pagaban todos los gravámenes aduaneros.

A todo esto, y muchísimo más, debería enfrentarse el Comandante en Jefe al comparecer ante los pineros y proponerles la eliminación de su “paradisíaca” Zona Franca. Veremos las razones que expuso.

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