Primera biblioteca pública de Isla de Pinos

Santa Fe estaba a punto de convertirse en el tercer polo turístico de Cuba –gracias a sus aguas curativas– y, sin embargo, Isla de Pinos todavía no tiene biblioteca pública. La muy modesta que se inaugura el 24 de febrero de 1951, precisamente en Santa Fe, costó, en efectivo, seis mil doscientos sesenta y cuatro pesos con 15 centavos.

Ilustración: https://depositphotos.com

Los datos de cómo se reunió cada moneda se conservan todavía, incluyendo las donaciones “en especie” donde se relaciona inclusive un baile que organizara la Sociedad Popular Pinera para recaudar fondos. El minucioso listado incluye, desde el cerdo que regalara José Rives hasta la fuerza de sus brazos que, como único aporte posible para quien carecía de cualquier otro recurso, brindara una persona tan pobre y necesitada como Arcadio Coba.

El arquitecto José Ricardo Martínez donó los planos y el proyecto del edificio.

Cuando escribo estas líneas, tengo a la vista una foto que me donaran recientemente; en esta se ven las paredes de ladrillos todavía sin estucar. Y de la palma que se yergue al frente, han colgado un cartel: OBRAS PARA EL CLUB BIBLIOTECA SANTA FE

QUE SE REALIZAN CON DONATIVOS DE

  1. MAX SCHOOLMAN Y SU HIJO THEODORE,

GENEROSOS ADMIRADORES DE ESTE PUEBLO

Y DE ISLA DE PINOS.

Su lectura remite a una tarde de 1949 cuando un extranjero rehabilitado en el Balneario, pulcramente vestido y hablando ese inglés especial que distingue a los bostonianos, se pasea despacio por el pequeño poblado; le acompaña el juez Waldo Medina.

–¡No hay biblioteca pública en Isla de Pinos?  –pregunta el norteamericano y ante la negativa del amigo, ofrece: “…si yo le diera, como aporte inicial, un par de miles de dólares… ¿se comprometería usted a empezar las obras de la primera?”

Ese fue el germen nutricio de la asociación Club Biblioteca Santa Fe que el 11 de febrero de 1951 quedara constituido en la antigua calle Mediavilla, esquina a calle del Río, en ese poblado.

Tres años después, en marzo de 1954, ya con papel timbrado propio, gallardete y cuño gomígrafo, el inmueble refería ingresos superiores a los mil 380 pesos y reunía a 111 asociados; desafortunadamente, al estilo de caballerosidad como se entendía entonces: todos hombres.

Sobre el destino posterior del norteamericano Max Schoolman, quien patrocinara su fundación, escribió Waldo Medina: “…la muerte luego no permitió al generoso amigo ver terminada la obra; pero su hijo Theodore, amigo muy querido también, sin saberlo y sin ser avisado por ningún otro medio que no fuera la trasmisión del pensamiento de un espíritu evocador, llegó a Isla de Pinos exactamente el 24 de febrero de este año en que se inaugurara el edificio. Con lágrimas en los ojos vio cómo develábamos Monseñor Martínez Dalmau y yo la tarja de bronce conmemorativa del noble gesto solidario de su padre. No hacen falta más palabras, salvo aquellas que hablen del buen recuerdo y de la acendrada gratitud de los hijos de Santa Fe y de mi corazón de amigo”.

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