
Cuando José Julián Martí Pérez llega por el muelle al territorio pinero deja de ser el preso número 113, pues le quitan el grillete fijado en el tobillo de la pierna derecha y la cadena que aprisiona su cintura.
José María Sardá y su familia lo acogen en la finca museo El Abra, propiedad del reconocido maestro de obras y ejecutor de construcciones en la capital cubana como la Plaza Vieja.Gracias al desvelo y mimos de Trinidad Valdés Amador, esposa del catalán, cambia la imagen del mozalbete al sanar las heridas sufridas en las canteras de San Lázaro donde cumplía condena de trabajo forzadoen condiciones infrahumanas por sus ideas independentistas.
Dado a su influencia,Sardá, amigo de Mariano, el padre de Martí, solicita al Capitán General el indulto del muchacho para trasladarlo a su hacienda hasta la conmutación de la pena. Con 17 años y en calidad de deportado político pasa solo 65 días en el complejo arquitectónico único de su tipo en el país, cuyo museo, hoy Monumento Nacional, lo inauguran el 28 de enero de 1944.
Durante su estancia en el sitio,enclavado entre dos lomas de Sierra de las Casas dotado de condiciones naturales para los cultivos junto a una fábrica de tejas y un recintode producción de cal,Martí se entrega a la lectura y posiblemente en medio de esa quietud, la cobija de la frondosa ceiba y la contemplación del reloj de sol concibiera las ideas plasmadas luego en su denuncia El presidio político en Cuba.
Los lugareños sienten sano orgullo por ser la Isla de la Juventud uno de los lugares de Cuba donde José Julián residió desde el 13 de octubre de 1870 hasta el 18 de diciembre de igual año, antes de su salida de La Habana deportado hacia España a bordo del vapor Guipúzcoael 15 de enero de 1871. Estaba próximo a cumplir 18 años.
Trinidad Valdés Amador genera sentimientos de puro agradecimiento en Martí por quererlo como a un hijo y él le envía desde España un crucifijo y una fotografía con esta dedicatoria: “Trina, solo siento haberla conocido a usted por la tristeza de tener que separarme tan pronto”.
El Abra representa un sitio sagrado de la historia donde se mantienen vivos los recuerdos y todavía permanecen los descendientes de aquellos protagonistas que preservaron para las presentes y futuras generaciones el bello paraje donde estuvo el adolescente hace 152 años. Por allí han pasado figuras cimeras de la política y cultura de la nación: Fidel, Raúl, el Che, Camilo, Alicia Alonso y varios mandatarios de naciones amigas, entre otros.
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