
El limonero es un árbol perenne que puede alcanzar más de cuatro metros de alto. Su madera, dura y amarillenta, es muy apreciada para trabajos de ebanistería. Produce el limón, una fruta ácida y fragante de uso muy amplio en la culinaria internacional, sobre todo para condimentar pescados y mariscos.
Entra en el adorno de bebidas alcohólicas o refrescos. Es clave para la elaboración de ciertas panetelas, arroz con leche y otras golosinas. Y en la coctelería cubana no se concibe un daiquirí o un mojito sin su aporte distintivo.
El limonero forma una copa abierta con gran profusión de ramas, hojas elípticas, coriáceas, de color verde mate lustroso, terminadas en punta y con bordes ondulados o finamente dentados.
Sus flores, llamadas (al igual que las del naranjo) azahares o flores de azahar, presentan gruesos pétalos blancos teñidos de rosa o violáceo en la parte externa, con numerosos estambres. Surgen aisladas o formando pares a partir de yemas rojizas.
El limón es originario de Asia y fue desconocido por griegos y romanos. Su cultivo no fue desarrollado en occidente hasta después de la conquista árabe de España.
Crece bien en prácticamente todo tipo de terrenos, aunque prefiere los fértiles y con buen drenaje. Se reproduce por semillas o injertos.
Su presencia no debe faltar en ninguna parcela de autoabastecimiento. El fruto posee un alto contenido en vitamina C (501,6 mg/L) y ácido cítrico (49,88 g/L). Está considerado como la planta medicinal más virtuosa. Se puede emplear en cantidades sin perjudicar nuestro organismo.
El limón es vermífugo, refrescante, estomacal, febrífugo, antiséptico, tónico, acidulo y astringente. Incrementa la expulsión de lombrices intestinales. Muy eficaz contra las fiebres. Facilita la digestión al aumentar la secreción de jugos gástricos. Asimismo, se aconseja contra la blenorragia, sífilis, caries dentales y piorrea. Combate las afecciones de la garganta, laringe o boca y purifica la sangre. Caracteriza, además, a una de las mejores bebidas refrescantes, la limonada.