
Viniendo por la autopista, a la entrada de La Fe nos da la bienvenida un texto imperecedero: SIEMPRE ES 26, con letras en concreto que tienen casi la altura de una persona. Un poco más hacia el poblado, comienza el reparto Ángel Alberto Galañena. Y en el primero de sus inmuebles tenemos la segunda bienvenida a la Cuna del Sucu Suco, una parcela tan grande como el largo edificio 35 que le sirve de fondo. Pertenece al CDR número 2, Julio Antonio Mella, de la Zona 126.
Un tunero de 66 años, devenido pinero desde 1981, Carlos Ávalos Pérez, está entre sus creadores. “Va en tres partes, la mía es la de la esquina; las otras dos, son de Heredia y de un muchachón que vive en la última escalera, a quien le dicen Papo”.
La suya estuvo más expuesta a los vientos de Ian, pero no sufrió daños mayores. Las otras, tampoco.
“Me tumbó algunas matas de plátano, ya con racimos; pero no fue la gran cosa. La agricultura siempre es riesgo, como todo en la vida
–bromea–, pero quien le coja miedo a los ojos… ¡no come plátanos! Y menos en esta isla donde a cada rato pasa una tormenta…
“Todo está en el hombre –dice–. Usted puede ser un jubilado, como yo, pero si no tiene miedo al trabajo no hay cicloncito que lo pare”.
Quien lo afirma conoce bien la agricultura: “…a ella he dedicado toda una vida. En la Isla estuve primero en el Plan Vianda-Sierra Maestra y luego, hasta el retiro, en la cooperativa Capitán Lawton”.

Allí Carlos cultiva plátanos, fruta bomba y yuquilla-sagú; esta última, porque “da una maicena que es alimento natural para niños.
¿Abonos? No uso ningún químico; apilo las hojas de plátano y la misma hierba y se hace biotierra. Como ve, a estas plantas no les hace falta de nada; más verdes y fuertes no pueden estar”.
Cultivar la tierra “lo recomiendo, no mata –asegura–; da comida, te mantiene saludable y mata la ansiedad de quien, como yo, acaba de jubilarse y no cabe en la casa”.