
Me prestaron un folleto: Manual técnico para la producción de abonos orgánicos, editado por el Ministerio de la Agricultura en 2020, cuya autora principal es la doctora en ciencias Elizabeth Peña Turruelles, justo cuando un lector me solicitó el tema de la lumbricultura o lombricultura (de las dos formas puede denominarse este anélido, proviene taxonómicamente de la familia Lumbricidae).
Como no se trata de un texto con amplia difusión, trataré de acercar su contenido a los muchos lectores que siguen la sección, aunque por razones de espacio deba presentar solo aspectos esenciales.
La importancia de las lombrices en el proceso de formación de humus fue conocida, por griegos y egipcios, desde la antigüedad. Lo constaté, además, en Venezuela, cuando me mostraron sus cultivos los indios Pemones, quienes así enriquecen los suelos desde sus ancestros.
A partir de 1981, en nuestra Patria, es que viene a generalizarse la lumbricultura. Esta técnica permite aprovechar y transformar toda la materia orgánica, como basuras urbanas, estiércol animal, residuos industriales y lodos de las plantas de tratamiento residual.
El cultivo de la lombriz de tierra precisa de muy bajo costo y resultaría de alta conveniencia para la agricultura pinera –de muy alta conveniencia, recalco– si se estableciera como requisito higiénico obligatorio e indispensable en criaderos de aves de corral, vaquerías, porquerizas y establos donde esta posible riqueza no se aprovecha y se convierte, pudiendo evitarse, en otro contaminante ambiental.
La cría de lombricesdemanda especies capaces de vivir en cautiverio, sin escaparse del cultivo. Son las denominadas comerciales y superan en todo a la lombriz común. Entre nosotros, las más utilizadas son Eisenia fétida (Roja Californiana) y Eudriluseugeniae (Roja Africana).
Estas pueden vivir en poblaciones de hasta 50 000 individuos por metro cuadrado. Presentan alta tasa de reproducción, maduran sexualmente entre el segundo y tercer mes de vida, se aparean y depositan cada siete a 14 días una cápsula que contiene de dos a 20 huevos, los cuales eclosionan pasados los 21 días. Así, una lombriz adulta es capaz de tener unas 5 000 crías anualmente.
Hasta 16 años puede vivir la Roja Californiana. Su cuerpo pesa un gramo y alcanza en tamaño de hasta diez centímetros. Se alimenta, con mucha voracidad, de todo tipo de residuos orgánicos en una cantidad equivalente a su peso cada día.
La tierra que ha pasado por la lombriz, comparada con la circundante, es diferente: tiene cinco veces más nitrógeno, siete veces más potasio, el doble de calcio y otro tanto de magnesio. Esta no descansa, trabaja las 24 horas del día y cada día de la semana.