
Foto: Wiltse Javier Peña Hijuelos
Quienes trazaron la calle y su acera, frente al actual reparto Ángel Alberto Galañena, donde antes estuvo el aeropuerto Nuestra Señora de Lourdes, en la Santa Fe de los años ’40, cerraron –sin proponérselo– la salida natural de las aguas.
Una alcantarilla hubiera resuelto el problema, pero nunca se hizo y aquella tierra fértil, negra, desgranada y sin piedras, es todavía de mucho riesgo para los cultivos, siempre amenazados por las inundaciones y el estancamiento de las lluvias.
Pedro Reyes Batista –con 83 años cumplidos– lo sabe y se arriesga a hacerla producir. “Acabo de recogerle el frijol, que se logró muy bueno, como antes lo fueron el arroz y el maíz”.
Ahora guataquea varias carreras de boniato que se alternan con calabazas, y en la distancia –cerca de la turbina central que abastece a los repartos Panel I y II– van subiendo, en la parte más alta, los candeleros de plátano, un cultivo al que nunca renuncia, aunque sea “de los más cobardes ante el encharcamiento”.
Esta parcela riesgosa –comprendida dentro del área reservada para la construcción del reparto Panel III– “no puede ser otorgada en usufructo, por tal motivo” (razón que a mí, el periodista, no me cabe en la cabeza). Detalle por el cual, como tierra de nadie, se ha convertido en fuente de encontronazos con otros vecinos interesados en su aprovechamiento. Una situación absurda, conflictiva, que desmotivaría a otros pero no, por suerte, a este viejo combatiente. Integró la columna 19 del Ejército Rebelde, al mando del comandante Belarmino Castilla, y fue ascendido a primer teniente en 1959.
“Ya en esta Isla, varios años después, al desmovilizarme, pasé a dirigir la cantera de El Abra cuando sacábamos el material para la construcción de las represas. Fueron ocho años consecutivos, ¡sin coger vacaciones!”
Este cederista –CDR 5, Zona 121– es bien conocido, además, por su desprendimiento, y son muchas las personas o instituciones que han recibido donaciones de los alimentos salidos de sus manos, a pesar de estorbos irrazonables. “No tengo nada mío, ni la ropa que me pongo. Yo nací para ser revolucionario, hasta que me muera. Y si después de esta vida hay otra, allá voy a estar haciendo lo mismo”.