Asegurar las siembras con semillas propias

Foto: Wiltse Javier Peña Hijuelos

La parcela ocupa el patio delantero de su casa, unos diez metros por 25, pero no se desperdicia un centímetro de tierra. Allí, como ocurre siempre en temporada de frío, todo está acanterado y rebosante de lechugas ya a tiempo para su venta. A la vista, resulta un jardín tan hermoso como si fuera de ornamentales y que engalanara la vivienda y la zona 104 de los CDR, en la calle vertebral de La Fe, a un costado de la Clínica Veterinaria.

Ignacio López Hernández, un villaclareño apinerado, así lo mantiene en los últimos seis años y con muy buenos resultados, “hago un corte de lechuga –comenta– mientras otras verduras van cogiendo fuerza en el vivero. Ahora mismo, a las lechugas les vienen detrás los tomates de ensalada, el ají chai y las cebollas”.

Su mayor dificultad –carencia contra la que frecuentemente deben bregar nuestros parceleros y, en general, los agricultores pineros– está en la adquisición de semillas en el momento oportuno, por lo que siempre deja algunas plantas “para cogerles las que producen a finales de temporada, aunque no me resulten tan buenas como las certificadas”. Esto no puede lograrse con las cebollas, por eso las suyas están desfasadas medio ciclo, o sea, con tres meses de atraso.

Ignacio rebasa los 66 años y atiende a sus sembrados al terminar la jornada laboral “en Educación, con el torno de metales, donde llevo media vida laborando. Un trabajo fuerte pero que tiene su encanto: bastante de lo que continúa andando en este sector pasa por mis manos; el cultivo de hortalizas… viene a ser como una tregua”. Tiene razón, todo cambio de actividades, según los fisiatras, representa un descanso. Y este, es bien productivo, “solo de lechugas espero coger unos
12 000 pesos. No está mal para celebrar el fin de año, ¿verdad? Y, total, a la entrada de la casa… hay que mantenerla limpia. Mejor si produce algo, para el consumo propio y el de tus vecinos”.

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