Hay un Niño fenómeno –muy irrespetuoso– haciendo de las suyas; entre otras maldades, casi dejó sin agua a Nueva Gerona secando la represa La Guanábana y casi todos los pozos. Pero un detalle se le escapó al bribonzuelo, y quizá sea este –la falta de agua– uno de los males con remedio más a mano.
No pretendo tener la solución al problema, pero sí enfocar una alternativa que cierto aporte –se me ocurre que hasta bastante sustancioso– podrá dar.
Volteemos la vista a la historia local.
A comienzos del siglo anterior, sobre 1912, había –y lo hubo por varios años– un gran campo de pepinos sembrado en Nueva Gerona. Ocupaba todo Pueblo Nuevo, desde lo que es hoy calle 41 –entonces calle de las Vacas– hasta las faldas de Sierra de Casas. Pertenecía a un personaje encumbrado en políticay sostenido por la colonia norteamericana, el español don Benito Ortiz, alcalde municipal.
Decir pepinos es decir agua, sin ella no hay pepinal. Bien lo sabía aquel señor… por eso, antes de acometer su cultivo, acondicionó lo que hoy se conoce como la Cueva del Agua. Fue este alcalde quien mandó a tallar los escalones que todavía facilitan la bajada hasta la fuente líquida: un río subterráneo.
Usted leyó bien. Se trata de un río de agua dulce –no de un simple depósito acumulado en el fondo de esa gruta– que discurre potente y allí se muestra, antes de perderse en las interioridades de aquel sistema cavernario.
Benito Ortiz le instaló un conveniente sistema de bombeo, y sus pepinos “fancy” y “extrafancy” (30 y 36 por cesta o canasta) fueron los mejor regados de esta Isla. Todos con destino a la exportación.
El agua nunca les iba a faltar. Estaba muy reciente todavía la tragedia del norteamericano “explorador”, un colono obsesionado por vaya usted a saber qué fabuloso proyecto empresarial, a quien se le ocurrió echar una canoa al río, montar y dejarse llevar por la corriente para… conocer el curso subterráneo de aquellas aguas. Se los tragó la tierra, hombre y canoa jamás reaparecieron.
Hasta ahí lo aportado por la historia.
No sé si se han hecho estudios recientes para conocer el volumen explotable y la calidad de estas aguas. Mi deber es compartir lo que conozco y ponerlo a disposición de todos, incluidas las autoridades encargadas de tomar las decisiones.
Un río subterráneo aquí no es extraño. Hay varios, de hecho los pozos más potentes, esos que no son propensos a disminuir su caudal hasta niveles críticos en tiempos de sequía, por lo general fueron perforados sobre una de estas corrientes.
El que cruza la Cueva del Agua constituye una reserva estratégica para tiempos de guerra y como tal se preserva. Nadie lo subestima ni le ha olvidado. De momento, no será la solución total a los problemas que confrontamos con el abastecimiento de agua potable a la capital pinera, pero acaso contenga un aporte significativo. En tal sentido, considero, sería ventajoso determinar sus potencialidades y conveniencia.