TU PEDACITO PARA CULTIVAR

Decano de los viveristas pineros

Una ornamental fósil, en las manos de Fernando Pantoja, la Palma Corcho
Foto: Wiltse Javier Peña Hijuelos

Aunque lo concerté por teléfono con su hijo, no le habían dado el recado y lo encontré haciendo huecos para sembrar un platanalito por el método extradenso, unas 100 matas, con “macho, burro y de frutas”.  Fernando Atencio Pantoja García estaba en lo suyo, en lo que ha vertebrado su vida: el injerto y la propagación de frutales.

“Son más de 50 años dedicados a lo mismo”.

Y ronda los 85. Lo dice como si fuera algo trivial, pero dista mucho de serlo: quizá sea el pinero con más años dedicados a este oficio, una creación artística bien compleja: reformula la naturaleza de las plantas.

Fernando Atencio vive en las afueras de La Fe, sobre una lometa coronada por su casa que se asoma entre grandes árboles; hay frescura allí y siempre corre el aire.

“Nací y me crié aquí… Vivíamos, en la casa vieja, más pegados al río, pero como la represa iba a coger esa área nos mudamos para este lugar. Y salimos ganando: se ve La Daguilla, donde los piratas tenían a los suyos sin quitar los ojos del mar, cazando”.

Fernando prefiere, entre los modos de injertar, el de escudete y los de chapa.

“Tengo ahora mismo… rolinia, anón de ojo, chirimoya, guanábana; más de una docena de frutales injertados, en sus bolsitas y listos para sembrar. Sobre todo, anonáceas… que otros no injertan porque paren temprano, en dos o tres años”.

Sus producciones se destinan a la cooperativa de créditos y servicios Ovidio Pantoja, “aunque las compras mayores no van por lo estatal, creo que no hay patio en La Fe sin una planta salida de este vivero”.

No tiene punto de venta, como otros productores. “A las matas pequeñitas –explica– hay que atenderlas y echarles agua todos los días. Prefiero tenerlas a mi cuidado hasta ¡su destete! La gente viene y las busca aquí, en tractores con carretas, en carretones de caballos, y se llevan su carga”.

Él cultiva también y comercializa posturas de café, pero sobre todo plantas ornamentales. Las bolsas plásticas constituyen su mayor quebradero de cabeza. “Hay escasez de bolsas, antes me traían de todos los tamaños –lamenta–, a través de la granja urbana”.

Pero no se detiene, y es lo importante.

“Las bolsas, como las enfermedades: todo es cuestión de buscarle la otra pata al gato. Voy para los 85 y mi cervical –refiere en broma, como si se tratara de una pieza desgastada– está bastante mala, según el médico, pero siempre estoy haciendo algo porque si me paro ¡me coge la silla de ruedas!”

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