
La lechuga es una planta compuesta; sus hojas se comen en ensaladas, mezcladas con aceite, sal y jugo de limón; es un alimento digestivo, estomacal y refrescante; muy apreciado para combatir la avitaminosis. Por sus cantidades de azufre y potasio se convierte en un poderoso depurativo y alcalinizante de la sangre
. Sus hojas, dispuestas en roseta, contienen bastante agua; son ricas en hierro, fósforo y calcio.
La temperatura óptima para germinarla oscila entre 18-20 ºC. Durante la fase de crecimiento se requieren entre 14-18 ºC por el día y 5-8 ºC en horario nocturno, pues exige diferencias de temperaturas entre el día y la noche.
El sistema radicular de la lechuga es muy reducido en comparación con la parte aérea, por lo cual es muy sensible a la falta de humedad y soporta mal un período de sequía, aunque sea muy breve. Prefiere un pH entre 6,7 y 7,4, con suelos ligeros, arenoso-limosos y de buen drenaje.
Este cultivo no admite competencia con las malas hierbas. Se recomienda plantarlo después de leguminosas, cereales o barbecho; nunca precedido por las crucíferas o compuestas. Tampoco utilizar el mismo terreno para más de dos campañas consecutivas.
El período de siembra va de octubre a diciembre y si se quiere extender su presencia en el mercado: desde septiembre hasta febrero.
Germina a los cuatro o cinco días de puesta en tierra y la postura está apta para el trasplante 20 días después, con tres hojas sanas y una altura de ocho centímetros.
La lechuga entra en cosecha cuando se compacta su cabeza o roseta, y requiere de una fuerza manual moderada para ser comprimida. Córtela entonces con un cuchillo y nunca la congele porque se altera notablemente su sabor.
Ah… un detalle final, y no de los menos importantes: es anafrodisíaca. O sea, disminuye el apetito sexual, aunque usted derroche plena juventud.