Estancia de Martí en la Finca

Entrada a la Finca El AbraCuando Martí llega por el muelle de Júcaro con sus 17 años deja de ser el preso número 113, aquí le quitan la cadena y grillete ya que no vino en collera. Grillete que siempre guardó, incluso del engarce mandó a hacer un anillo a un amigo (Agustín de Zéndegui), que su madre le llevó a Nueva York y lució desde 1887 hasta su muerte. Tenía encima grabada la palabra: Cuba, lo usaba en el anular izquierdo.

A la llegada de Martí en la Isla había 295 deportados que tenían a la Isla por cárcel, la mayoría eran comunes, hombres pobres que deambulaban, entre una comunidad española que no los veía con buenos ojos, buscando comida. Debían recogerse por la noche en el Caserón de la Prevención, barraca en la que pernoctaban, donde hoy está ETECSA. El resto eran presos políticos que generalmente tenían mejor posición para alquilar habitaciones, algunas venían hasta con su familia. Debían firmar todos los domingos frente al Parque Lacret.

Aprovechaban para conversar, intercambiar opiniones, aguardaban la llegada del barco. Se dice que el joven Martí visita el taller de un artesano donde se unían deportados políticos y leían la prensa oficial del país. "El Moro Muza" y también leían hojas sueltas y tabloides con artículos opuestos a la Metrópoli y a favor de la libertad de Cuba.

En la finca El Abra, el joven Martí curó sus heridas del cuerpo: la conjuntivitis que le había ocasionados la cal. mejoró su nutrición y la llaga provocada por el grillete en su tobillo derecho, pero el tumor en la ingle aparecido a raíz del golpe constante de la cadena que le afectó el sistema linfático jamás se le curó, a pesar de las intervenciones quirúrgicas a que fue sometido tanto en España como en México. Se sabe que Martí desde niño no tuvo mala salud, por lo tanto fue su paso por el presidio lo que le provocó tantos padecimientos. Ese tumor o sarcocele le indujo una sarcoidosis que es una enfermedad sistémica, que afecta a todos los demás órganos como los pulmones, el hígado, el corazón y otras dolencias, que le bajó las defensas del organismo y esto fue lo que lo convirtió en un hombre de salud débil.

Durante su estancia en la finca el joven Martí escribía cartas que leía a doña Trina, leia libros como Los Miserables de Victor Hugo que tal vez le prestó otro deportado o estaba en la casa, leyó también un libro que le presentó doña Trina: Ilustraciones de la Santa Biblia con hermosos grabados de fragmento del Nuevo Testamento y a cada texto le seguía una reflexión o comentario crítico. Es su primer Reloj de sol de la Finca El Abraacercamiento a la Biblia ya que no se vendía, además no toda la población era alfabeta y la iglesia católica propiciaba más bien el estudio de la doctrina cristiana a través del catecismo. También caminaba por los alrededores, observaba el reloj de sol traído desde Barcelona, conversaba con los niños, seguramente con Catalina y Rosita que le recordaban a sus queridas hermanitas. Probablemente se relacionó con la intitutriz de los niños, maestra de piano y de inglés, compartía con los criados nativos y chinos que había en la casa y se recogía temprano a leer a la luz de una lámpara de aceite bajo el mosquitero ya que los insectos era tan molestos como ahora.

Se sabe que a tres días de haber llegado a España le envió un retrato suyo a una señorita donde le dice: "A Adelaida:
Cuando se pierde de vista la patria, es muy dulce hallar quien con su amabilidad se empeña en recordarla. Reciba Ud., pues, con mi retrato, la expresión de mi reconocimiento. BSP (Besa sus pies) Martí" ¿Quién era esta señorita? Se ignora.

Se relacionó de manera especial con doña Trina que lo cuido como a un hijo. Prueba de su cariño y agradecimiento que le tuvo son los regalos que le hizo llegar:

  • un crucifijo sencillo con una cruz pintada de negro que envió tal vez desde España con una dedicatoria: "Para usted, que puso sobre mi vida cuidados y manos maternales (...)"
  • una cajita pequeña redonda con su espejo en la tapa, de color plateada. (se conserva en el Museo de los Capitanes Generales)
  • un retrato con la siguiente dedicatoria que parece dado personalmente: "Trina, solo siento haberla conocido a usted por la tristeza de tener que separarme tan pronto. José Martí (...)"

Los pineros tiene una deuda con esta noble mujer que cuidó al joven que sería más tarde nuestro Héroe Nacional. Deben traerse sus restos desde La Habana a la Isla, para que descansen junto a la tumba de su esposos en el cementerio de Nueva Gerona.

Los dos meses que compartió con los Sardá fueron suficientes para encariñarse con la familia, triste debió ser la despedida, doña Trina le preparó dos yaguasas asadas para el largo viaje.

Después que el joven Martí salió de la Isla nunca más hará mención ni de la Isla, ni de su estancia, ni de Sardá o su familia.¿Por qué? No se sabe. Podemos especular diciendo que no hizo mención porque no entendía que Sardá, a pesar de ser su protector disfrutaba de una riqueza obtenida del trabajo forzado de los presos, o
No quiso comprometerlo con las autoridades españolas ya que había protegido a un infidente. Tal vez este poema lo haya inspirado la finca:

"Madre mía" (30.12.1871)
Ya viene a través de mi ventana
Vislumbres de la luz de la mañana
No tiran como allá los pajarillos,
Ni aroman como allá las frescas flores
Ni escucho aquel cantar de los sencillos
Cubanos y felices labradores.

 

En todo caso los cubanos le debemos a Sardá el haber rescatado al Apóstol del dolor, dolor infinito que es un presidio, "del más desvastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el alma, y deja huellas que no se borrarán jamás (...)"

Con el correr de los años la familia Sardá y especialmente su hijo José Elías, se ha convertido en la guarda del lugar y en el cuidado de los objetos y recuerdos de Martí y hoy los pineros que tenemos el privilegio de caminar por las mismas calles donde él pasó estamos obligados a apoyar cualquier gestión que se realice para la restauración de la finca El Abra pues es un lugar sagrado de la patria.

Lic. Mirtha Fuenzalida González y Lic. Carmen Cadena Mecías.

Frase Martiana

la tierra entera debía ser un abrazo


O.C. Tomo 186, página 8.