La base de super tanqueros, sobre la bahía de Matanzas, ya está en calma y la mañana parece intrascendente; incluso, en algunos trechos de la periferia, brotan las primeras hierbas. Lo nota por primera vez, justo en el momento de la despedida, un contraste muy fuerte: verde-retoño sobre negro. “Qué rápido”, piensa.

Regresan a la Escuela Nacional de Bomberos. El pinero Oliver Fidel Ávila Queralta teclea un mensaje a su madre: “Misión cumplida. Regresamos a la base. No te preocupes”.
En Ciro Redondo, donde radica la familia, Tamara –a pesar del reconfortante mensaje– no logra despreocuparse. Su hijo, por no causarle una subida de presión a ella o a su abuela, puede estar diciéndole una cosa por otra… y encontrarse aún en el mayor peligro. “Él es así, siempre en lucha por los demás. Eso me hace sentir muy orgullosa, aunque como madre…¡ya se puede imaginar usted cuán preocupada sigo!”.
Y lo recuerda niño, cuando no tenían televisor ni luz eléctrica; él se iba a jugar o a ver los programas… y nunca aparecía a la hora de las tareas.
“Oliver estuvo casado hasta hace poco, pero todavía no tiene hijos. Por ser bombero yo lo voy a aplaudir toda la vida. Su padre vive en Oriente, y por allá tiene a dos hermanas. Conmigo, a dos varones. Quizás usted conozca a uno, Dorbis Lornet Navarro Queralta, es pelotero y está en el actual equipo Sub 23”, resalta su mamá.
EN BOMBEROS NADA ES OBLIGADO
“Estuve cinco años en las Fuerzas Armadas, como sargento instructor de Tropas Especiales. Me desmovilicé y pasé al hospital general docente Héroes del Baire como custodio, hasta que en el 2014 se realizó la captación en la Isla y me presenté”.

En la Escuela Nacional de Bomberos, el hoy teniente Ávila Queralta se graduó como técnico medio en Protección contra Incendios y seis meses después en Rescate y Salvamento.
“Estaba en este centro otra vez, pasando un curso para jefe de pequeñas unidades, cuando comenzó el siniestro en Matanzas. Somos bomberos y sabíamos que en cualquier momento nos llamarían para sustituir a los caídos y a quienes estaban trabajando”.
Y en efecto, el miércoles diez de agosto, por la madrugada, ya salían para ocupar la primera línea de combate.
“En la unidad de bomberos nada es obligado. Se arriesga la vida y disponer de ella es una decisión personal. Cuando llegamos habían colapsado los cuatro tanques. Las acciones se concentraban en enfriar el segundo, tercero y cuarto; eso fue lo que nos tocó a nosotros.
“Como los demás, acondicioné mi cuerpo y mi mente a la situación a enfrentar, respiré profundo y le partimos para arriba porque, créame, de corazón lo digo, si volviera a nacer… sería bombero. ¡Una y mil veces, bombero!”
