
A la búsqueda de causas y posibles soluciones, acompañé al delegado Renides Bermúdez Jiménez quien, por el Consejo Popular La Fe, encabeza una comisión para controlar la calidad del pan en este poblado. Una veintena de días con anterioridad, ante el pleno de los delegados santafeseños, rindió un informe detallado y preocupante: lo que acontece en la panadería Renato Guitart, una de las que elabora mayor volumen de este producto en la zona.
Puestos otra vez frente a tal realidad, encontramos que lo informado en aquella ocasión… hasta ahora, no tiene mejoría sustancial. La mitad de sus carros transportadores (los portabandejas de pan, que lo entran y sacan del horno) continúan rotos, están sin rellenar los baches del piso por donde estos mismos carros transitan con su carga, los panes se sacan del horno “a ojo” porque no tiene reloj y los destinados a la población continúan saliendo, como promedio, con 10 gramos o más por debajo de su peso –en más de 100 días solo una vez salieron con los 80 gramos establecidos–, y no es todo. Solo una multa se aplicó a un jefe de turno porque su producción estaba bajo peso y fue un inspector, ajeno a la unidad y la empresa, quien la impuso. Internamente fue una amonestación privada.
Esta unidad no tiene Plan de Control Interno, o sea, no sabe por dónde se le pueden estar yendo los recursos o productos faltantes ni tiene previsto cómo evitar sus desvíos y sustracciones.
La panadería Renato Guitart tiene una repercusión considerable en el sustento de su localidad: abastece a una quincena larga de organismos y elabora el pan para más de 7 000 consumidores, diariamente. Multiplique este dato, por solo 100 días, con diez gramos menos por pan, desestime el faltante que pudo haber en la asignación a organismos, si quiere, y de todos modos la cantidad de harina que no llegó adonde tenía que llegar será apabullante. El pan, según transcurren las horas, merma su peso por evaporación de humedad, cierto, pero no diez gramos como promedio.
También alertó la comisión que revisó el trabajo de esta unidad productora sobre otra vía que va en detrimento de la materia prima, y a la cual, transcurrido casi un mes, no se diera solución.
Allí, como en las demás panaderías santafeseñas, la recepción de la harina se hace a ciegas; pero no el “a ciegas” luego verificado por otros niveles de control. Llega el camión, entrega su factura y la harina va directo para el almacén, sin comprobar su peso. Puede faltar cualquier cantidad, no hay cómo saberlo; no hay báscula. Y a nadie se exige responsabilidad.
¿Tampoco hay forma de buscar una contrapartida? Sí, la hay. De momento no se tendrá la posibilidad de dotar a cada panadería con una pesa de último modelo, pero… cuando no hay perros se montea con gatos, ¿o no? Una simple romana puede ser la solución. Y si no la hay, se fabrica en un día. Instrumento compuesto por una palanca de brazos desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo que se ha de pesar –como hacen los compradores en las áreas rurales– se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un ponderal que se hace correr sobre el brazo mayor, donde se halla trazada la escala.
Con solo uno de estos antiguos instrumentos, a bordo del camión, se cortaría el inicio de tantos males. Una solución transitoria, pero solución al fin; mucho mejor que no tener ninguna. El pan, en varias culturas ancestrales, es sagrado. El de estos momentos, en nuestro país, no lo es menos. El que corresponda a cada uno de nuestros conciudadanos, no puede tener otro camino.