Donald Trump no asume todavía la presidencia y ya propala convertir a Canadá en la estrella 51 de la bandera estadounidense. Un verdadero fatalismo geográfico, tener a semejante compadre por frontera. A diferencia de México, Trump no se conforma, esta vez, con la mitad del territorio colindante. Supuestamente –es su pretexto mayor– sostener la deficiente economía vecina pesa demasiado sobre la suya. Y además… se le protegería de drogas, inmigrantes ilegales, rusos y chinos que “amenazan a Canadá de forma constate”.

13 Enero 2025
Si eso espera a uno de sus uña y carne, que siempre fue su amigo, capitalista, democrático, pluripartidista, rico en recursos minerales, con economía no afectada por bloqueo alguno… ¿qué podemos esperar nosotros? ¿Algún gesto condescendiente que nos permita salir adelante?
Muy dudoso, ¿verdad?
Sin embargo, algunos han comenzado a circular un engendro que pretenden vendernos como estrategia del nuevo mandato trumpiano: será suspendido el bloqueo y quedará demostrado que la economía cubana actual es fallida por sí misma y no porque enfrente bloqueo alguno.
Me suena más a un anhelo de mentes desatornilladas que a realidad, pero con la Helms-Burton y Torricelli hubo carriles o articulados que no se aplicaron y nunca fuimos a la quiebra moral, la de principios. Al contrario, gradualmente nos despegamos del período especial hasta dejarlo muy atrás, como un recuerdo lejano. ¿Digo mentira? ¿O usted no estaba en este país?
Cierto, hubo un desmoronamiento del campo socialista y en un momento pareció que nos habíamos quedado desguarnecidos. Pero en realidad hubo solo un cambio de escenario, otros habían sobrevivido también o estaban dispuestos a hacerlo defendiendo ideales de hermandad que compartíamos.
Y salimos adelante andando con nuestros propios pies. Nuevos tratados comerciales, alianzas y proveedores trajeron un aire más sano y continuamos adelante sin ser por necesidad capitalistas.
Luego, vino el gobierno de Obama y las relaciones entre los dos países, antes en casi todo antagónicos, comenzaban a ser más fluidas en el campo económico. Aunque aquel gobierno –no olvidarlo– tampoco renunciara a sus pretensiones políticas.
Donald Trump puede seguir esa vía o continuar agregando medidas a su cerco. El bloqueo no está al límite, ni mucho menos. Nadie crea que con las 243 ya agotó su arsenal. Puede inclusive llegar al colmo del cinismo: el envío de barcos cargados de comida gratuita como hiciera uno de sus antecesores, William McKinley, a finales de la guerra hispano-cubano-norteamericana.
Quizá alguno de nuestros compatriotas, de esos que mueren por la boca como el pez, lo considere un gesto grandioso, humanitario, enaltecedor. Los demás, y somos inmensa mayoría, sabemos que no lo haría de a gratis. La próxima flotilla, más numerosa y mucho más cargada, vendría repleta de los magnates que subsidiaron el envío, pero esta vez dispuestos a recuperar sus antiguas propiedades.