Hoy, el santafeseño Fernando Sierra Torres tiene 59 años, casi 20 de contraer el Sida. Y no se trata de una persona retraída, menoscabada en sus afectos por el padecimiento. Al contrario, acumula una experiencia que a muchos puede ayudar. Y es su deseo compartirla, ayudar sobre todo a quienes, de momento, se enfrentan a esta coyuntura inesperada, no saben cómo asumirla ni qué rumbos puede tomar su vida a partir de un análisis clínico que ha resultado positivo.

“Trabajaba en Cayo Largo, de almacenero –recuerda–, había concluido una relación corta cuando me comenzaron fiebres muy altas, persistentes, y comencé a bajar de peso de una forma que no podía explicarme”.
Quince días de ingreso hospitalario después, motivados por la pérdida de peso, se le realizó el primer análisis de laboratorio. Y surgió la alarma, resultado positivo. Le fue repetido una semana después y confirmó el diagnóstico previo, había contraído una enfermedad de la cual muy poco se conocía entonces, el Sida.
“…me deprimí mucho, fue como si todos los caminos se me cerraran de golpe y para siempre. Luego tuve las primeras consultas con el sicólogo del Chem, que me ayudaron mucho. Mi vida no acabaría ahí… tenía que continuarla, solo que de otra forma”.
Sobre todo, prevenir la entrada de enfermedades oportunistas y fortalecer el sistema inmunológico con la gestión propia y el refuerzo en alimentos de la dieta que se asignaba a los pacientes de esta enfermedad.
“Y ser constante en tomar los retrovirales indicados, que entonces eran tres y, con los años, vienen ahora en una sola pastilla o tableta. Esos son mi vida, mi sostén. Y fueran tres o uno solo, siempre se nos han facilitado de forma gratuita.
“Sobre estos, recomiendo a quienes me consultan, sean cubanos o extranjeros, que los tomen antes de acostarse; el cuerpo está en descanso y eso facilita la asimilación de cualquier medicamento”.
A Fernando no le preocupa trasmitir el Sida a sus familiares,
“…eso no es posible, se trasmite solo por la sangre o el semen; no hay otra vía.
“En cuanto a lo demás, no tengo limitaciones –enfatiza–, continúo el ritmo de vida como antes (aunque estoy jubilado por peritaje médico, debido a otros problemas de salud, no al Sida). Hago ejercicios, camino mucho, no trasnocho, despejo la mente (porque todo está en la mente), converso con los amigos, me río y aporto la experiencia que tengo a quien haga falta.
“En otras palabras, me siento útil. En mi mente (yo, como persona) no tengo nada. Soy una persona sana como cualquier otra. Sicológicamente, no estoy enfermo. Si no se habla del tema, para mí… como si no existiera la enfermedad”.