La Nueva Gerona de la cual celebraremos el aniversario 192 de su fundación, se extendía hasta el Cuartel de Caballería, convertido en Hospital (según plano levantado por el cañonero Criollo en 1881), cuyas ruinas se conservan todavía detrás de la escuela Josué País.
Y el cementerio ya estaba donde lo conocemos, “situado a la caída de los vientos predominantes –como estipulaba el documento correspondiente–, y tan alejado que nunca podrá ser alcanzado por la población por mucho que esta crezca”.
Corto, muy corto, se quedó don Clemente Delgado y España, quien propuso el plano inicial y luego asentó el poblado. Hoy, aquella necrópolis tan lejana fue rebasada hace mucho y vino a quedar casi en medio de la capital pinera. Esto nos ha creado un problema de salubridad, bien conocido, pero no resuelto.
Varias voces han propuesto cerrarlo, manteniendo sus valores patrimoniales, y trazar otro cementerio en lugar más conveniente y sobre todo fuera de la ciudad, según aconsejan las más elementales normas higiénicas.
Como solución intermedia, está el viejo reclamo de montar un crematorio que permita la inhumación de los cuerpos sin llevarlos a una tumba. Ahorraría espacio, materiales y, sobre todo, evitaría el escape de las miasmas cadavéricas inevitables cuando no se sepulta en tierra. Algo no poco frecuente, y muy desagradable, al esperar un transporte frente al cementerio de Nueva Gerona.
La solución viene revoloteando hace más de seis años. Entonces trajeron el equipamiento necesario para montar un incinerar de restos óseos y se levantó la base donde quedaría instalado. No se haría la cremación total de los recién fallecidos –eso debería esperar– pero sería, al menos, la forma de evitar los segundos entierros (en cajitas), esos que continuamente incrementan los osarios, también en los demás cementerios con que cuenta el territorio.
Desafortunadamente, la base de aquel ansiado incinerador, cuando ya estuvo terminada, “se vino a conocer” que estaba en lugar equivocado, donde no podía ir, donde no sería aprobada por el Instituto de Planificación Física, el Citma o el Centro de Higiene y Epidemiología Municipal.
Y el proyecto correspondiente, antes de renovarse y ser presentado a las autoridades competentes, fue engavetado. ¿Su equipamiento? A dormir el sueño eterno, en la Base de Talleres.
Visto así, resulta una posibilidad de mejoramiento desaprovechada, fallida, aun disponiendo de los recursos. Felizmente, ni los incompetentes son eternos: ahora tenemos una nueva dirección en Servicios Comunales y el proyecto será presentado para obtener las licencias –según nos acaban de asegurar–, entre las cuales estará la aprobación del IPF, con la indicación de dónde puede levantarse el incinerador, sin contaminar el entorno. A Servicios Comunales compete y así se lo han propuesto: hacer que el incinerador de restos óseos, con todos sus parámetros técnicos y sanitarios, sea realidad antes de concluir el próximo año. Sin dudas una opción higiénica conveniente y posible, que ha tenido ya suficiente demora.
Estamos rodeados de autoridades incompetentes. Quien responde por esta negligencias.
Saludos y respetos.
Leí el artículo.
El asunto del incinerador no está revoloteando desde hace más seis años, le aseguro que el vuelo se inició hace más de 14 años. Trabajé en esa entidad y soy testigo de eso. Varias veces se presentó para ser aprobado en los planes de inversiones de Servicios Comunales. También varias veces se presentó la solicitud de un nuevo cementerio, el que se aprobó construir casi al frente de la UEB Aseguramiento de la Empresa Agroindustrial. Las acciones se iniciaron; el proyecto era bello, casi al estilo del cementerio Colón en La Habana, calles interiores, aceras, pateeón de los combatientes, una capilla, un incinerador, etc. En el lugar aprobado había un usufructuario de tierra que tenía plantado un platanal que ya estaba en producción y por decisión de “arriba” hubo que esperar a la cosecha de los frutos y por tanto no se inició el movimiento de tierra ese año.
Se propone incorporarlo en el plan del próximo año y…. No se aprobó.
Nos quedamos con el proyecto y las ganas. El usufructuario ya se había retirado del lugar y en vez de plátanos creció el marabú.
Resultado: ni cementerio, ni incinerador, ni plátanos, ni na´de na´, excepto carbón vegetal que un valiente se dedicó a hacer después de varos años.
Pan nuestro de cada día el planificar la construcción de una obra y que no se ejecute o que se inicie y no se pueda concluir por diferentes razones.
La necesidad es real, hasta en el servicio sanitario del cementerio se guardan las cajas de restos; las sepultados contaminan las aguas subterráneas del lugar.
Lo de construir sin la aprobación de la DMOTU suena a: “empieza a construir y luego has los papeles”, por lo menos a mí me suena así.
Me gustó la frase: ” Felizmente, ni los incompetentes son eternos.” Debería el periodista patentarla.