“En la madrugada del día cinco eran pocos los que podían dar un paso más: la gente desmayada, caminaba pequeñas distancias para pedir descansos prolongados. Debido a ello se ordenó un alto a la orilla de un cañaveral, en un bosquecito ralo, relativamente cercano al monte firme (…)”

Así narra Ernesto Guevara La Serna (Che) en su libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, el destino de los tripulantes del yate Granma tras siete días de hambre y enfermedades durante la travesía por mar y desembarcar en la punta de mangle Los Cayuelos, playa Las Coloradas, en las costas de Cuba, el dos de diciembre de 1956.
Luego de tres días de camino, debido al cansancio y las ampollas sangrantes en los pies de la mayoría, acampan en Alegría de Pío, en Niquero, a la orilla de un cañaveral, pero el ejército de la tiranía sorprende a la tropa.
El Che acentúa en su relato: “(…) cuando sonó un disparo; una diferencia de segundos solamente y un huracán de balas (…) se cernía sobre el grupo de 82 hombres (…) Sentí un fuerte golpe en el pecho y una herida en el cuello; me di a mí mismo por muerto (…)”.
A su vez, Juan Almeida Bosque plasma sus vivencias respecto a ese combate en el libro ¡Atención! ¡Recuento! Presidio, exilio y desembarco, publicado por la casa editorial Verde Olivo, en 1997.
“Miro a un lado y encuentro al Che herido en el cuello… Me tercio el fusil en bandolera, saco la pistola-ametralladora, le pongo el culatín y comienzo a disparar a los guardias… Uno de ellos grita: –¡Ríndanse! ¡Ríndanse! –a lo que respondo: “iAquí no se rinde nadie, c…!
“Disparo en la misma dirección de donde sale la voz –continúa–, un rafagazo primero, tiro a tiro después. En respuesta concentran el fuego hacia donde nos encontramos, me tengo que tirar al suelo. (…) Cuando amaina, les digo a los que estaban allí: –¡Vamos!”.
El enfrentar al enemigo resulta el bautismo de fuego del naciente Ejército Rebelde.
Fidel Castro Ruz, líder de la expedición, recuerda muchas veces aquellas dramáticas circunstancias en que el agotamiento físico extremo les llevó a acampar en el lugar menos indicado: “ Diciembre 5. Ataque enemigo por sorpresa en un pequeño bosque donde se esperaba la noche para proseguir la marcha hacia la Sierra Maestra. Terrible revés, dispersión total; tenaz búsqueda y persecución de los hombres dispersos; costo enorme en vidas de combatientes, en su inmensa mayoría asesinados después de caer prisioneros; casi todas las armas perdidas.
“Sin embargo, una frase dicha en medio de la balacera sirvió para ratificar la voluntad de aquellos hombres de Ser Libres o Mártires: “¡Aquí no se rinde nadie!”, seguida de una palabrota. Viril respuesta ante otra que hablaba de rendición, y que durante muchos años le fuera atribuida a Camilo Cienfuegos, cuando en realidad la dijo el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque, entonces uno de los tres capitanes del Granma.”
En un recuento de lo sucedido a los 82 expedicionarios: 21 resultaron muertos; de ellos, 18 asesinados por la soldadesca. Otros 21 quedaron cautivos. De los 40 que lograron sobrevivir y no fueron capturados, 21 formaron el núcleo principal de lo que luego sería el Ejército Rebelde entre el 18 y el 27 de diciembre de 1956; otros seis lo hicieron en el transcurso de 1957. Los 13 restantes tuvieron diversos destinos.
Los esbirros no pudieron matar la inquebrantable voluntad de revolucionarios de reagruparse en la Sierra Maestra y liberar a la Patria y a su glorioso pueblo.
