Una terrible situación de miseria y desamparo retrata la vida de las mujeres y los hombres de las montañas, mientras la pupila oficial da la espalda a ese drama.
Grandes latifundistas son dueños de miles de caballerías de tierras ociosas y más de la mitad de las mejores tierras de producción cultivadas están en manos de extranjeros, cuando hay miles de familias campesinas sin un pedacito para sembrar.
Ese panorama –marcado por el analfabetismo, acoso, desalojo, persecuciones y asesinatos– lo denuncian participantes en el Primer Congreso Campesino en Armas celebrado el 21 de septiembre de 1958, en Soledad de Mayarí Arriba, Sierra Cristal, Holguín.
Tres meses antes se crea el Comité Regional Campesino (CRC), el cual abarca el territorio del Segundo Frente Oriental Frank País García, bajo el mando del entonces Comandante Raúl Castro Ruz.
Este comité gana conciencia de la necesidad de aglutinar a los guajiros, díganse pequeños campesinos, aparceros, precaristas y semiproletarios, para conseguir el cambio radical que elimine un régimen cruel que les impone la ley de la fuerza y los priva de sus derechos.
Conectado a decenas de comités agrarios expandidos por toda la serranía, el CRC –en medio de la guerra y desafiando al enemigo– convoca al histórico Congreso y recibe el pleno respaldo de la Comandancia del II Frente.
A su vez, de la membresía de los comités agrarios, de sus aspiraciones, sentimientos y angustias, surgen los temas que guían las discusiones y los acuerdos del certamen.
Según las publicaciones y fuentes documentales consultadas, ese domingo –reunidos en el salón de baile– comienza el encuentro con la lectura del informe por José (Pepe) Ramírez Cruz, presidente del primer Comité Regional Campesino fundado. Asisten a la cita Vilma Espín Guillois, delegada por el Movimiento Revolucionario 26 de Julio; otros jefes rebeldes junto a dirigentes obreros y líderes campesinos.
El auditorio expone el problema de la falta de títulos de propiedad, la necesidad de acabar con la dependencia económica de Estados Unidos, la monopolización de las riquezas y los medios de producción.
También aboga por el fortalecimiento de la alianza obrero-campesina; aprueba una Declaración de Principios que condena las infamias del gobierno proyanqui de Fulgencio Batista y deja bien claro que la prioridad es derrotar la tiranía batistiana.
Reafirma, asimismo, el apoyo incondicional al Ejército Rebelde con acciones concretas como la entrega del diez por ciento del valor de las cosechas y de la venta de animales y madera para la causa revolucionaria. Dicha ayuda logística y la incorporación de muchos campesinos a los frentes de batalla contribuyen al éxito de las tropas rebeldes.
Tras los debates y la elección de los dirigentes, el Comandante Raúl Castro Ruz en la clausura califica al Congreso de memorable y precisa que sin Reforma Agraria resulta impensable la Revolución Cubana: “(…), y en el día de hoy está iniciándose, está gestándose, está naciendo la Revolución Agraria que ha de echar las bases de la verdadera Revolución Cubana”.
Solo después del triunfo se retribuye al campesinado aquella determinación expresada en la inolvidable jornada en el lomerío oriental, y se hace justicia con la firma de la primera Ley de Reforma Agraria, la construcción de viviendas, escuelas, carreteras, tiendas del pueblo, hospitales y la electrificación llega a sitios recónditos, entre otros beneficios.
Las organizaciones campesinas se unen el 17 de mayo de 1961 en la constitución de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.
A 66 años del trascendental Congreso –que abre el camino para la reivindicación definitiva de las masas rurales– cobra especial significación, pues el campesinado cubano se esfuerza en producir alimentos para el pueblo, compromiso que asume con la aplicación de la innovación, ciencia, técnica, iniciativas y creatividad en medio del férreo bloqueo económico, comercial y financiero que impone Estados Unidos a Cuba.
Otros artículos del autor:
- None Found