Enérgicos y dignos, hombres y mujeres del pueblo piden un puesto en la trinchera con las armas en las manos para defender a la naciente Revolución en el poder contra las agresiones del Gigante de las siete leguas.

Los imperialistas se valen de Pedro Luis Díaz Lanz, un cubano traidor miembro de la Agencia Central de Inteligencia, para que tripule una avioneta yanqui y ataque lugares céntricos de La Habana. Este acto cuesta la vida a dos personas y 50 resultan heridas, eso ocurre el 21 de octubre de 1959.
En Ciego de Ávila bombardean los centrales Violeta y Punta Alegre (ambos en dos ocasiones) y ametrallan un tren de pasajeros en Villa Clara, en igual mes; en todos los casos son operaciones asestadas por aviones procedentes de Estados Unidos (EE. UU.).
Luego de la alborada del Primero de Enero, el gobierno yanqui en contubernio con la reacción interna inicia una serie de provocaciones como la guerra económica, el terrorismo de estado, el espionaje, los planes de asesinatos a Fidel y a Raúl hasta la subversión y el fomento de bandas terroristas.
La dirección del país, en respuesta a dicha política belicista proclama la creación en toda la nación de las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) el 26 de octubre de 1959, –hace 66 años– ante un millón y medio de personas congregadas frente al Palacio Presidencial, para salvaguardar al territorio nacional de una invasión militar enemiga y proteger los objetivos civiles contra acciones de grupos terroristas que actúan tanto en Cuba como desde EE. UU. y otros países del Caribe.
Aquel lunes, la última vez que se dirige al pueblo cubano tras su fatídica desaparición dos días después, el Comandante Camilo Cienfuegos Gorriarán expresa el sentimiento fervoroso de los cubanos (…), “primero tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a suceder se harán realidad los versos de Bonifacio Byrne: “Si deshecha en menudos pedazos/llega a ser mi bandera algún día, /nuestros muertos, alzando los brazos, /la sabrán, defender todavía.”
El propio día 26, otro avión procedente del territorio del vecino imperial hostiga al central Niágara, ubicado en Consolación del Norte, Pinar del Río.
La creación de las MNR tiene como antecedente la constitución por Fidel de una patrulla de milicia compuesta por 12 campesinos de Pinar del Río. A Leandro Rodríguez Malagón, de 60 años y conocido por su segundo apellido, lo designan jefe de la legendaria tropa nombrada por el apelativo Los Malagones; sus integrantes conocen el terreno, habitantes, los bandidos y poseen las condiciones físicas y morales para cumplir la tarea; reciben adiestramiento con clases de infantería, arme y desarme de armamentos en el Campamento Militar de Managua.
Al concluir el curso Fidel les plantea la misión de capturar en un plazo no mayor de tres meses la banda de alzados que opera en la región dirigida por el cabo Luis Lara Crespo, conocido torturador y asesino de la dictadura batistiana, prófugo de la justicia revolucionaria.
Cuando Fidel despide a quienes serán los primeros milicianos de la nación, precisa: “Malagón, si ustedes triunfan habrá milicias en Cuba”.
Y triunfan. Solo necesitan poco más de dos semanas para arrestar a los contrarrevolucionarios. Desde entonces Los Malagones devienen símbolo y modelo para organizar en la isla antillana un ejército multitudinario sin precedente en la historia de la defensa del poder revolucionario.
Las Milicias junto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias garantizan la existencia de la Revolución en las montañas y en las ciudades; su historia se cubre de gloria al participar en la derrota de la invasión mercenaria por Playa Girón, al convertirse en los batallones de Lucha contra Bandidos en el Escambray, en los días de la Crisis de Octubre, en el cumplimiento de las misiones internacionalistas y en otras tantas proezas de nuestro heroico pueblo. A menos de cinco meses de creadas las MNR, cerca de medio millón de hombres y mujeres se organizan en sus filas.
Primero son patrullas de milicias, después compañías y finalmente batallones de combate: los distinguen sus boinas verde olivo y la “camisa azul de miliciano” como lo refleja el notable y extinto poeta Roberto Fernández Retamar en su poema Mi miliciana.
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