
Si se pregunta a la mayoría de los pineros, quiénes fueron los caídos cuando se produjo aquí el levantamiento del 26 de julio de 1896, la respuesta, casi sin excepción, recogerá un solo nombre: Bruno Hernández Blanco, Ninones.
Pero, apuntamos nosotros, no fue el único caído.
Mariano Rives Pantoja, quien alcanzó a entrevistarse con varios participantes en aquel alzamiento o sus descendientes directos, retomó la labor iniciada por Filiberto Ramírez Corría en 1959 encaminada a reivindicar la memoria de los otros.
Valeriano Weyler, en comunicación al gobierno de Madrid realizada el 29 de julio de 1896, ya informa “tres muertos”. El sanguinario Capitán General quizá tuvo en cuenta, además del pinero caído en Nueva Gerona, a Emilio Vargas, Varguita, fusilado en el cementerio geronense.
El viejo espadón se refirió también al poeta Juan Iturriaga, muerto por la Guardia Civil y cuyo cuerpo quedó a medio enterrar entre el río Mal País y Los Almácigos.
Otros dos proscritos, más tarde asesinados, ya no pudieron entrar en la relación oficial. De ellos, conocemos solo que eran de apellido Pimienta. Sus cuerpos macheteados por la soldadesca apresurada aparecieron luego en las inmediaciones del arroyo de Los Muertos.
Según informaciones obtenidas de primera mano por el acucioso investigador Mariano Rives, “…numerosos conspiradores más, deportados en lo fundamental, resultaron apresados y muertos en circunstancias desconocidas”.
Con respecto a la participación pinera en exclusiva, podemos agregar que de los remitidos a la Fortaleza de La Cabaña, donde guardaron prisión hasta el fin de la guerra, uno murió allí en condiciones no esclarecidas: el joven Manuel Narciso Hernández Llorca.
Y a consecuencia directa de la tuberculosis, infestado en aquella prisión donde tantos fueran contagiados a propósito, murió Hilario Soto Pantoja, a los dos meses de abandonar su celda.
Si excluimos la participación de la única mujer, Evangelina Cossío
–quien, por cierto, en entrevista postrera aun no publicada minimizó su papel al de simple observadora del levantamiento–, fue este un intento quizá desesperado pero donde deportados y pineros se arrojaron a la batalla con igual valor, dispuestos al sacrificio más alto.
¿Cuántas vidas costó? ¿Quiénes merecen el honor de que se conozcan sus nombres y perpetúe su recuerdo? Son interrogantes impostergables a nuestra más entrañable pineridad.
El 26 de julio de 1896, en Isla de Pinos, reviste además una importancia singular para dos de las familias fundadoras. Lo apuntamos porque entraña un reconocimiento merecidísimo, no como dato curioso. Los hombres no se lanzan a pecho descubierto en una carga de machetes contra balas por casualidad.
El listado hasta ahora conocido, recopilado por Mariano Rives Pantoja, establece que de los 21 pineros participantes en aquella acción armada, 12 eran de apellido Soto y 11 Pantoja.
Sin quitar méritos a nadie, bien podría considerarse que a nivel local fue este el Levantamiento de los Soto y los Pantoja.