Cuando se piensa en Lázaro Peña González es inevitable encumbrar la naturalidad con que ejerció su liderazgo, su ejecutoria en busca de mantener la unidad contra viento y marea, además de realzar al trabajador que para el Capitán de la Clase Obrera cubana era la razón de ser de la labor sindical.

“El sindicato es una escuela de formación, de educación para todos los trabajadores, una escuela en la que no se puede rechazar a nadie y en la que hay que admitir a todos”, decía al percibir desunión en un colectivo.
Quienes lo conocieron elogiaban su sabiduría, poder de comunicación, el trato franco. Al llegar a una fábrica sus preguntas usuales al primer obrero que encontrara a su paso eran: ¿Cómo te sientes?, ¿ya tienes hijos?, ¿y el resto de la familia?, ¿qué te preocupa del centro?, ¿cómo te tratan los jefes? Y lo más importante: ponía mucha atención al asunto que le plateaba para darle seguimiento hasta su solución de ser posible.
Una retrospectiva de la vida y obra del hombre de raíz humilde, nacido en la barriada habanera de Los sitios el 29 de mayo de 1911, muestra al hijo de una obrera despalilladora de tabaco y de un albañil. Luego de la muerte del padre se enfrenta a los avatares de la pobreza y siendo todavía un adolescente transita por oficios como herrero, carpintero, constructor, yesista hasta que por gestiones de la madre ingresa en la fábrica de tabacos El Crédito, donde aprende la dura faena de tabaquero.
Resulta un tenaz defensor de sus hermanos de clase frente a los abusos y la explotación de los patronos, también encara a los gobiernos de turno y elementos divisionistas.
Su autoridad moral asentada en los años de dura lucha, sumada a su gran capacidad como organizador, le permitieron unir a los obreros del país en un solo núcleo al fundar, en enero de 1939, la Confederación de Trabajadores de Cuba, la gloriosa CTC, de la cual fue su secretario general hasta 1947.
Durante la dictadura de Fulgencio Batista, aún bajo la represión y los encarcelamientos, Lázaro mantuvo su empeño de la unir al movimiento obrero, enfrentándose a quienes habían usurpado la dirección de la CTC, hasta que tuvo que marchar al exilio regresando después del triunfo de la Revolución en 1959.
Nuevamente en su Patria querida, asumió otra vez la dirección de la CTC como Secretario General, entonces con la misión de fortalecer al movimiento sindical. Acostumbraba a visitar sindicatos y centros de trabajo, participaba en asambleas y lo hacía con la palabra esclarecedora para debatir y analizar cualquier asunto por delicado que fuera.
Entre sus aportes medulares enseñaba que para ser contrapartida había que estudiar, permitir que todo el mundo opinara, jamás dejar una preocupación sin respuesta, para lo que era necesario armarse de argumentos, así como practicar el trabajo en equipo, ganar la autoridad con el ejemplo, defender derechos y cumplir deberes.
En su honor, los trabajadores tabacaleros celebran su día cada 29 de mayo. En el aniversario 114 de su natalicio su legado es una brújula certera para el movimiento sindical cubano.
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