En el reparto Camilo Cienfuegos, en La Fe, rumbo a la primaria Magalis Montané, hay un lugar que usted no puede dejar de visitar si ama a la naturaleza: el Jardín La Orquídea; enclavado en el CDR número 1 de la zona 104. Lo creo y fomenta Edelia Cásares Alonso, quien tiene por corazón un motor Volvo-Penta, capaz de mover montañas.

Su parcela, casi una hectárea, la recibió en usufructo y pertenece a la cooperativa Grito de Baire. Antes fue una laguna insalubre, llena de ranas y de cuanto mosquito o animalejo acuático amenizara al barrio. La ingeniera agrónoma Edelia, al jubilarse, decidió cambiar ese panorama: drenó, zanjeo y comenzó a rellanar, poco a poco, pero sin detenerse.
“Según avanzaba iba poblando –rememora cómo fue al inicio– y traje plantas de todas partes, dentro y fuera de esta Isla: más de 600 especies. Resultaron estimulantes las visitas del doctor Adolfo Rodríguez Nodal, quien dirigía nacionalmente el programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar.
“Luego me dieron la condición de Patio de Referencia, Excelencia Nacional y Quinta Excelencia Nacional, o sea que reconocimientos no nos han faltado. Hablo en plural porque todo fue logrado con la ayuda y el apoyo de la familia, sin ellos no me hubiera sido posible”.
Esta mujer, que a mediados del próximo diciembre arribará a sus 80 años, pero con el ingenio chispeante de una quinceañera, le ha dedicado los últimos 22 años al desarrollo de una cultura sobre las plantas ornamentales, a divulgar su conocimiento y prodigar el consejo de sus cuidados.
“Tengo especies raras y valiosas: galateas, malangas, violetas, begonias de todo tipo, helechos con más de 40 especies; entre ellas, el famoso Helecho Azul, de un brillo tan intenso que tornasola con la luz. Pero, con todo, mi fuerte son las orquídeas, sobre todo las pineras, de las que debo tener… las dos terceras partes. Son preciosas, de gran tamaño y olores delicados, como nuestra Orquídea de Chocolate”.
En tal sentido, y como uno de los hitos que enriquecieron su colección, estuvo la visita de Adolfito, el hijo del doctor Nodal, quien le prometiera una orquídea nueva, terrestre, casi desconocida, y se la trajo.
“La logró un ingeniero del Instituto Superior de Ciencias Agropecuarias al cruzar dos especias de Spatoglotis. Obtuvo una variedad distinta, vistosa, de gran tamaño y una combinación de colores poco usual en las orquidáceas. La clasificó como Bella Lorena, porque tiene una hija con ese nombre; un regalo único, supremo, irrepetible. La actual mascota de mi jardín”.