En esta reseña no entrevistamos al emprendedor o emprendedora que desarrolla un negocio como trabajador por cuenta propia, tras un mostrador, sino a la persona que lo hace posible interactuando con el cliente.

Cierto que el socio o socios fundadores comprometen su dinero y corren el riesgo del fracaso, además de pagar todos los gastos legales hasta recibir la aprobación que les permite brindar un servicio gastronómico al público. A ellos corresponde el mérito de abrir nuevos puestos de trabajo.
Uno de estos lo ocupa Alejandra Gutiérrez Jiménez quien labora como dependienta-elaboradora en Q-V-EN (léase, Qué vi en…) un kiosco asentado en El Rombo, en la parte céntrica del reparto Camilo Cienfuegos, en La Fe.

“Mi segunda experiencia laboral en este tipo de emprendimiento no estatal. Antes fue en una cafetería, pero por corto tiempo”.
Para esta joven, el uso de las pasarelas de pago no resulta complicado. “Uno se adapta y desarrolla cierta habilidad. Hoy me resulta fácil y lo hago con bastante desenvoltura. No es un problema para mi desempeño”.
Y cada día la rutina comienza con el conteo físico de los productos “…verificando si se corresponden con lo que se me entrega en documento. Hasta ahora, y llevo unos dos meses en este puesto, no he tenido problemas con eso, como tampoco al cierre, ni sobrantes ni faltantes”.
La jornada de Alejandra comienza a las nueve de la mañana y concluye a las siete de la noche, “…aunque este kiosco trabaja las 24 horas”.
El pago es diario, “…realmente aceptable, aunque no sea de los más altos para este giro donde las propinas también representan algo. Yo me siento satisfecha. Y no mal pagada. Mi trabajo no está más allá de mis posibilidades físicas”.
Entre sus deberes, se enmarcan la buena atención al público, limpieza permanente del local y elaboración de ciertos alimentos “…sobre todo panes con mayonesa o salchicha, y refrescos. Además, la venta de chucherías y golosinas empaquetadas. La población adquiere cervezas, como en otros lugares, pero sobre todo en horario de la noche, que atienden dependientes varones.
“Este es un buen centro de trabajo. Y acercamos mucho los productos al vecindario, eso se agradece”, concluye satisfecha. Pero como en cualquier lugar (agrega este periodista) no todo es perfecto. Allí falta el contrato de trabajo a su personal. Esto viola lo establecido y afecta gravemente al trabajador, quien no incrementa su expediente ni acumula tiempo laboral. Se le esquiva el derecho al pago de certificado médico, maternidad o vacaciones. Al mismo tiempo, no permite que acuda a un tribunal para alegar derechos que le sean transgredidos.
Esto y más resta al trabajador la falta de su contrato laboral. Un “desliz” administrativo… imperdonable, que la ley penaliza con fuerza.
