
¡Qué poema de honor y lealtad escribió aquel muchacho de piel negra, nacido el 17 de febrero de 1927, amante de la lectura y peón de Obras Públicas que dejó los estudios para ayudar al padre en el sustento familiar!
¡Cuánto decoro tuvo ese hombre quien al conocer a Fidel Castro Ruz entablaron una franca amistad y luchó a su lado con proverbial lealtad en la primera línea de combate hasta las últimas consecuencias!
El Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque por su temple fue sucesivamente jefe de una célula clandestina, combatiente en el asalto al cuartel Moncada, uno de los jóvenes que desafió al tirano Fulgencio Batista durante su visita al Reclusorio Nacional para Hombres en Isla de Pinos, donde surgió la nueva vanguardia revolucionaria que permaneció unos 22 meses hasta recibir la amnistía por el pujante reclamo popular.
Como expedicionario del yate Granma no le faltó la compañía de su memorable composición La Lupe: Ya me voy de tu tierra,/mexicana bonita,/bondadosa y gentil…, y tras el desembarco integró la columna rebelde que mientras acampaba cerca de Alegría de Pío recibió el sorpresivo ataque de los guardias de la tiranía.
Almeida rescató a Ernesto Guevara de la Serna, mal herido, y al escuchar el llamado del enemigo a la rendición, gritó: “¡Aquí no se rinde nadie, C…!”. Frase viril convertida en divisa de cubanas y cubanos.
Subió a la Sierra Maestra e integró el Ejército Rebelde. En el combate El Uvero dirigió con su pelotón un avance casi suicida, donde le hicieron dos disparos.
El 27 de febrero de 1958, el entonces capitán Juan Almeida Bosque fue ascendido al grado de Comandante del Ejército Rebelde y nombrado jefe de la Columna 3 Santiago de Cuba, siendo la columna guerrillera que comandaría y daría origen el seis de marzo de 1958 al Tercer Frente Oriental Mario Muñoz Monroy.
Después del triunfo de la Revolución conformó el Buró Político del Comité Central del Partido desde su fundación en 1965, fue electo Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y Vicepresidente del Consejo de Estado desde la primera legislatura de nuestro Parlamento; mereció el Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Máximo Gómez de primer grado.
Presidió la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana y por su talento y sensibilidad humana simultaneaba su quehacer de dirigente con su obra artística –más de 300 canciones y una docena de libros de testimonios–, junto al amor que profesó a su familia, especialmente a su hijo Juancito.
Al cumplirse 96 años de su natalicio, sigue siendo faro de la Revolución y vive en la inteligencia y en la fibra más íntima del corazón del pueblo.

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