Fantasma del Faro Carapachibey

La misma ente, algo más de perfil, en el ángulo izquierdo, sobre la bahía de Carapachibeyç. FOTOS: Cortesía anónima

El hotel Jagua, en la provincia Cienfuegos, se adorna con una leyenda hermosa: La dama de Azul, recientemente trasmitida en la Revista de la Mañana, del canal Cubavisión. No voy a contarla, pero sí a referir una nuestra, en todo sentido su equivalente.

Ocurrió hace… no tanto. Venían en un Polski, de regreso a Nueva Gerona, desde Cocodrilo, y decidieron llegar al faro Carapachibey para satisfacer la curiosidad de los niños. Convencieron al “farero” y lograron subir hasta la parte más alta, a 60 metros del suelo. En el balcón que circunda a la linterna gigante, la cual produce el destello de luz, se hicieron las últimas fotos.

Quien las tomara, retornó horas después a La Habana.

A su compañera santafeseña, madre de los niños, una llamada atemorizada le llegó al día siguiente: “Mira lo que salió, al ver las fotos en la computadora; ¿dime qué tú crees? Te las envío enseguida. Lo juro, no es truco… Las pasé yo misma del teléfono a la laptop”.

No podía haber engañifa. Se trataba de una persona mayor, poco dada a las bromas, estomatóloga, muy religiosa y nada entendida en arreglos o adulteraciones digitales.

 I

Las fotos aquellas, que son más de dos, me llegaron a través de la abuela de los niños, quien me pidió no revelara –por ser muy religiosas– el nombre de su hija ni el de la involuntaria fotógrafa de apariciones fantasmagóricas.

La foto está tomada en el balcón del Faro, a 60 metros de altura. FOTOS: Cortesía anónima

Por supuesto, fui al faro (no sería yo si no lo hiciera), hablé con el farero y su esposa, pero nada pudieron aportarme, ni siquiera el motivo de algunas anomalías, frecuentes por aquellos contornos. Tampoco Alejandro Soto, que naciera y creció en el mismo lugar, pudo aportarme algo nuevo. Todo quedó en… “posible sea la única superviviente de una las tantas familias de deportados arrasadas por alguna epidemia o el incendio que carbonizó todo el sur en 1927” y que a ella, totalmente trastornada, correspondió ver morir o enterrar hasta el último de los suyos.

 

II

Recuerdo que García Márquez, en una de las tantas reseñas sobre temas inusuales, que publicara en Juventud Rebelde, trató varias similares a esta, o de avisos extracorpóreos de accidentes que después ocurrieron en su presencia. No guardo memoria de que alguno de los cronistas nacionales, hiciera lo mismo. Excepto Ciro Bianchi, cuando narró la desaparición de un cadáver –del esclavista y sádico conde Barreto–, durante un temporal.

Tal vez al contar esta pinerada, que parece una leyenda –aunque como todas las verdaderamente sustanciosas– con visos de realidad, no solo aportamos un nuevo atractivo turístico al faro más alto de América Latina. Quizás estemos incitando una cosecha de leyendas isleñas, no divulgadas hasta ahora, pero que la tradición conserva todavía.

Otros artículos del autor:

Isla de la Juventud
Colaboradores:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *