
Como deportado a Isla de Pinos, Ribot y Fontseré nos trasmite que:
Las horas de un preso son horas de infierno
Horas que no acaban, no acaban jamás;
Solo para un preso el tiempo es eterno…
¡Ver siempre la cárcel, la cárcel no más!
Y de este infierno –regido por el comandante José María Isla– logra evadirse, junto a otros cinco expatriados, en 1838, durante la noche del 12-13 de noviembre. El comandante burlado, maldiciente en versos escritos por Ribot, apostrofa:
Ellos son los anárquicos que osaran
Mi despotismo atroz echarme en cara
Sin advertir que en español dominio
Nunca sufre censuras el que manda.
¡Censuras! ¿Y de quién? De unos proscriptos
Orugas conjuradas de su Patria…
Censuras de unos míseros que pude
Oprimir sin piedad bajo mis plantas.
Diez días duró aquella fuga, y para evadir la obstinada persecución que se desplegara contra ellos, incluso por mar, debieron internarse en la Ciénaga donde…
Parte el bosque una laguna
Que exhala olor corrompido,
Poblada el agua de insectos
Y de color amarillo.
Allí se lavan los toros
Y se bañan los cochinos,
Allí nada la yaguasa,
Allí pace el cocodrilo
Y allí viven los demonios
Disfrazados de mosquitos.
A las cansadas, el guajiro que los guiara les traslada al oeste de la isla donde “penetró en la ensenada/un pailebot negrero” y son recogidos por la goleta Carmencita, la negrera, que comerciaba en la trata de esclavos y blasonaba de tal oprobio con su propio nombre.
Poco después va tras su estela un barco de guerra, empeñado en su captura. Esclavos y escapados son desembarcados de inmediato y la goleta, aligerada de carga, escapa a la persecución. Otra vez quedan en tierra, abandonados a la incertidumbre. Finalmente, luego de lenta agonía, son recogidos y arriban a Guanímar. Allí reciben ayuda, y con esta burlan la vigilancia hasta lograr su embarque por el puerto de La Habana en la goleta norteamericana Banne, rumbo a Nueva Orleans, capital de Luisiana.
Meses después, vía Francia, entra Ribot y Fontseré en su catalana Barcelona. La situación política ha cambiado una vez más, y ya no es contrario al régimen en el poder, nadie le persigue. No obstante, continúa siendo el insurrecto e inclaudicable de siempre. Entonces publica:
Guarde, Reina, que si acaso
Eres sorda a la verdad,
No evitarás el fracaso;
A un tiempo irán al ocaso
El Trono y la Libertad.