
José Lázaro Ceballos era el presidente del consejo popular La Fe a comienzos de los años ’90. “Soy militar de carrera, y hace mucho aprendí que en todo combate define la contienda quien, de acuerdo a sus recursos, despliegue la mejor estrategia. Las coyunturas se dan y hay que verlas como un reto para encontrarles solución.

A comienzos del período especial estábamos en una situación bastante parecida a la actual –recuerda–. Y ¿qué hicimos para evitarle a la población tener que, casi sin transporte, ir a Gerona a resolver cualquier problema? Habilitamos un área de poliservicios detrás de la actual biblioteca pública.
Sobreviven aún la Oficina del cobro de electricidad, Vivienda, Arquitecto de la Comunidad, Óptica, Comité Militar, Oficoda… Allí nació el primer Taller de Mantenimiento y Reparación de Equipos Electrodomésticos que tuvo La Fe. Luego, demostrada la validez de aquella estrategia, surgieron otros en los poblados. Hasta Cocodrilo tuvo el suyo”.
AL PASO DEL TIEMPO
Uno tras otro fueron cerrando aquellos talleres, hasta quedar uno en La Fe, justo donde nacieron. Y a este, según apreciamos, muy poco le resta de existencia, pues su único mecánico está camino a jubilarse y sin relevo asegurado.
A Juan Antonio Sotomayor León, custodio en el círculo infantil Los Namibios, lo encuentro frente a este desvencijado taller de reparaciones de efectos electrodomésticos. Está a la espera, ventilador roto en mano, son más de las nueve de la mañana y ningún cartel avisa de un cierre temporal, pero el mecánico no llega. “Dicen que estaba para La Habana –comenta– y si no regresó…. ¿qué hago?, ¿para dónde voy? A Gerona no puedo, hoy es mi día de franco y en la noche entro de guardia otra vez”.

Su caso es inhabitual, cierto, pero ocurrió así aunque este periodista no lo haya escogido a propio intento. Lo que sí se reitera demasiado es que el cierre ocasional de este único taller obliga a un sinnúmero de santafeseños, residentes o no en poblados vecinos, a disponer de todo un día, trasladarse hasta Nueva Gerona, pasar por el vía crucis del transporte de ida y regreso, más los gastos en alimentación, para dar mantenimiento a un simple ventilador que aquí podría resolverse con diez pesos y en pocos minutos.
EN TALES CONDICIONES, ¿HABRÁ RELEVO?
La desaparición de dichos talleres de enseres menores –cuando resultan más necesarios– tiene diversos motivos. No piezas de repuesto, no reposición de herramientas o útiles de trabajo, ninguna atención al personal especializado ni mejoramiento de los locales… Y además, desde no hace tanto, la entrada en vigor de una seria imposición capaz de desanimar a cualquiera: la exigencia de recaudar 200 pesos diarios, sin excusas ni pretextos… cuando por el mantenimiento a un ventilador –que les lleva media hora– pueden cobrar solo diez pesos, según el listado de precios.
Al resumir el panorama anterior, resulta que en dos semanas cada mecánico aporta más dinero a la Unidad Básica –sin apoyo de esta– del que recibe como salario por un mes de intensísima labor.
PERFILAR OTRA ESTRATEGIA
Enseres Menores es un oficio deficitario, así lo consideramos todos y también quien puede contribuir a que no continúe siéndolo: Estrella Clavijo Guerrero, metodóloga de la Educación Técnica y Profesional: “El estudiante de oficios procede de la educación especial, o alumnos desfasados docentemente –argumenta–. Enseres Menores es tan deficitario como panadero, mecánico automotriz, agricultura o dulcero, entre otros. Se pueden preparar en la escuela de oficios Bruno Hernández, radicada en La Fe, u otro de nuestros centros”.

La solicitud para abrir esa especialidad –explica– “parte del Ministerio de Trabajo y en última instancia lo aprueba el Consejo de la Administración. Hasta ahora no hemos recibido la solicitud de preparar un curso para formar alumnos en Enseres Menores. Sería muy bueno porque a cualquiera se le rompe una olla, necesita mantenimiento para un aire acondicionado, un reloj o un metrocontador. A veces no tendrán los recursos, pero como desarrollan habilidades en función de ese tipo de reparaciones les encuentran solución”.
A Daneivis Barzaga Rodríguez, directora de la Bruno Hernández, correspondería desarrollar el ciclo docente que perfile a los jóvenes en este oficio. “Lo haríamos con una alegría tremenda porque nos gusta enseñar, prepararlos, hacerlos más útiles y que sirvan de mayor ayuda económica a sus familias.
“Si nos dan la tarea de desarrollar ese curso, estamos en plena disposición de asumirlo. Así contribuimos a lograr su mayor integración a la sociedad. Nada resulta más gratificante para un docente”.

En otras palabras, el camino existe y la disposición está, solo que no implica una solución a corto plazo, al menos demoraría dos años; demasiado tiempo en la situación actual.
Sería más expedito, en nuestro criterio, revisar las causas que motivaron el abandono de los especialistas –por suerte, ninguno fuera del territorio todavía–, perfilar una estrategia de recuperación, hacer los reajustes convenientes, visitarlos, explicárselos y atraerlos a su reincorporación inmediata.