El té de las hojas secas de noni sabe a té negro cuando se le da una segunda colada. Y no tiene nada que ver con el sabor a queso rancio de la fruta. Cualidades que lo hacen preferible, digo, en mi caso; quizás usted opte por una variante distinta y sus razones tendrá, depende de para qué o contra qué vaya a utilizarlo.
La bibliografía aportada por una de las tantas seguidoras de esta sección, tiene como título El Noni, algo más… del agrónomo Moisés de Palermo González. Tuvo una tirada de 3 000 ejemplares y fue impresa por la Editorial Científico-Técnica, La Habana, 2019; de modo que es oficial y actualizada. La dividiremos en dos entregas; la primera, sobre las hojas y sus propiedades alimenticias o curativas.
Para cualquier uso, las hojas deben recolectarse verdes, en sazón o amarillas, pero siempre en la planta, nunca del suelo. Sin manchas ni la presencia de insectos. Pueden preparase de varios modos: como infusión, zumo y cataplasmas o agregadas a las ensaladas frescas. Su sabor es parecido al perejil. Contienen casi una veintena de aminoácidos, y además antraquinonas, glucósidos, componentes fenólicos, resinas, b-sitosterol y ácido argólico.
Uno de sus componentes principales –que no aparece en el fruto– es el óxido nítrico, gas que controla una gama sin límites de funciones en el organismo humano. Se le atribuye el control de la circulación del cuerpo; regulando actividades del cerebro, pulmones, hígado, estómago y otros órganos.
Las hojas del noni son estimulantes del sistema circulatorio, relajantes musculares, antibacterianas, antivirales, antinflamatorias, antirreumáticas, antidiarreicas, antipiréticas, analgésicas y anticancerígenas.