Yo sabía bien, que ibas a volver/que ibas a volver de cualquier lugar/porque el dolor no ha matado la utopía/porque el amor es eterno/y la gente que te ama no te olvida.

Bien lo dice la canción del cantautor cubano Gerardo Alfonso, el Guerrillero Heroico regresó a su segunda Patria acompañado de sus compañeros del Destacamento de Refuerzo y como tributo los llevan a Santa Clara, ciudad que liberó antes de 1959, al frente de la Columna 8 del Ejército Rebelde, y su pueblo fiel que lo proclamó Hijo ilustre de esa urbe, lo vuelve a recibir con infinito amor para hacerlo suyo.
Sus restos mortales reposan en el Complejo Escultórico Memorial Ernesto Guevara de la Serna, donde hay una imponente escultura del Che mirando hacia la Sierra del Escambray, lugar donde dirigió importantes batallas y hacia América del Sur, muestra de su proyección de libertad para el continente.
El alma de una Cuba entera se desgarra por la irreparable pérdida de un joven extraordinario de 39 años que, junto a su tropa integrada por combatientes de Cuba, Bolivia y Perú, luchan con coraje contra la injusticia, la miseria y la explotación, además de enfrentar la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del Pentágono mantienen a los pueblos oprimidos.
Tras recibir varias heridas en las piernas y una bala destrozarle el fusil en el combate de la Quebrada del Yuro –también lo llaman del Churo– el ocho de octubre de 1967, fuerzas del ejército boliviano entrenadas por las boinas verde estadounidenses lo rodean, capturan y trasladan a la escuelita del caserío de La Higuera, donde el día nueve lo asesinan agentes de la Cía en contubernio con las Fuerzas Armadas Bolivianas y el presidente de turno, general René Barrientos al obedecer órdenes de Washington.
Luego lo sepultan en una fosa común en Vallegrande, ese es el precio que paga el Guerrillero Heroico por iniciar un movimiento guerrillero en la selva boliviana de Ñancahuazu, al suroeste del departamento de Santa Cruz de la Sierra, para defender a los humildes habitantes de dicha demarcación. Dolió, duele y dolerá por siempre la infamia ocurrida hace 57 años.
El diario del Che no cayó en manos del enemigo, gracias a los revolucionarios bolivianos, que lo hicieron llegar a Cuba, donde se publicó y repartió de forma gratuita.
A los caídos el pueblo boliviano les rinde homenaje y al Che lo tienen como un ídolo, casi un Dios, una leyenda, al hacerle tantas ofrendas. Cada Ocho de Octubre y 14 de Junio lo recuerdan en el mausoleo que lleva su nombre, el cual visitan extranjeros y dejan sus huellas con firmas, frases, flores, canciones, poemas, banderas, condecoraciones, prendas personales, escritos y velas; incluso acampan alrededor de la morgue –situada en el perímetro del hospital– donde prepararon el cadáver.
Con la guía del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, varios años de búsqueda, la investigación histórica y la estrategia de integrar la Arqueología, Geofísica, Biología, los forenses y la Antropología vence la ciencia y la técnica, lo cual propicia que el equipo multidisciplinario de científicos cubanos encuentre la fosa con las osamentas del Che y parte de sus compañeros en la guerrilla de Bolivia, hallazgo que tocó la sensibilidad de los cubanos y tuvo una repercusión mundial.
Los trasladan a La Habana y posteriormente en solemne homenaje de todo el pueblo de Cuba, depositados en el Complejo Escultórico Memorial Ernesto Guevara, mausoleo ubicado en la ciudad de Santa Clara, Fidel expresó: “Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos. Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos, sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria.
“Veo además al Che como un gigante moral que crece cada día, cuya imagen, cuya fuerza, cuya influencia se han multiplicado por toda la tierra”.
La vida del Che, su epopeya, es el ejemplo más puro en que se deben mirar a los jóvenes cubanos, de América Latina y el orbe.
Otros artículos del autor:
- None Found