
Una joven negra y esclava llamada Carlota tiene la osadía de aglutinar un grupo de cautivos para pelear por su libertad y la de miles de otros que, como ellos, fueron traídos por la fuerza al Caribe desde África.
El toque de los tambores avisa el comienzo de la primera insurrección de esclavos contra el colonialismo español ocurrida en Triunvirato, Matanzas, la noche del cinco de noviembre de 1843, y al frente va descalza, con su vestido raído, la extraordinaria mujer de origen lucumí.
Los sublevados incendian la casa de vivienda, bohíos, otras partes del ingenio y les arrebatan las armas al administrador, mayorales y lacayos, quienes sienten el filo de los machetes. En represalia los verdugos la atan viva a caballos que tiran en sentido contrario hasta descuartizar su cuerpo, para que su ejemplo no se repita.
Sus victimarios creen que así apagan las ansias de emanciparse del sistema esclavista nacidas en los quilombos. No se percatan de que aquel episodio del Triunvirato sirve para trasmitir a posteriores generaciones de mujeres de la isla antillana la convicción de lucha y resistencia.
Las ideas libertarias de Carlota forman parte del patrimonio cubano de rebeldía contra la injusticia; para honrarla lleva su nombre la misión militar internacionalista cubana en Angola, cuya operación comienza el cinco de noviembre de 1975, hace 50 años.
El pueblo angolano integrado en el Movimiento Popular para la Liberación de Angola(MPLA), dirigido por su secretario general el poeta, médico, político y líder fundador del MPLA Antonio Agostinho Neto, escribe una brillante página en el expoliado continente africano al enfrentar poderosas fuerzas enemigas y lograr una genuina independencia de los colonos portugueses pactada para el 11 de noviembre de 1975.
Ante la amenazadora agresión a gran escala de Sudáfrica en contubernio con Estados Unidos y Zaire corre peligro la victoria y el proceso de descolonización; de ahí, el pedido del Gobierno legítimo de la naciente República al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz de asistencia militar para preservar la libertad.
La respuesta de Cubano se hace esperar: con Fidel y Raúl al frente la dirección del país envía las primeras tropas regulares a combatir a Angola.
Por las venas corre la misma sangre de cubanos y angolanos que integrados en compañías mixtas revierten la situación en el terreno y garantizan con sus acciones combativas la soberanía de la hermana nación liberada del yugo colonial portugués.
Paran la embestida sudafricana y acaban con el mito de la invencibilidad del régimen racista de minoría blanca de Sudáfrica al derrotar a los invasores y sus aliados, y sacarlos de una vez y para siempre del suelo angolano.
En cuanto a la lucha de liberación en el continente hay un viraje: consiguen la independencia de Namibia, la liberación de Nelson Mandela, símbolo de la lucha contra la segregación racial que pasa 27 años en prisión, además de ponen final flagelo del Apartheid en Sudáfrica y alcanzan la paz en África austral.
Más de 300 000 cubanos participan en la epopeya militar en países de África y 2 000 ofrendan la vida en el cumplimiento del supremo deber internacionalista, entre ellos más de 20 pineros como Arístides Domínguez y los caídos el 12 de diciembre de 1975, en Morro de Tongo, Katofe, al sur de Angola: Rodolfo Carballosa, Roberto Orestes Moreno, Orlando Gutiérrez, Ángel Alberto Galañena y Carlos Reyes.
Sus restos mortales son trasladados de regreso al territorio nacional durante la Operación Tributo en 1989, símbolo del cierre de una época y la apertura de otra en la historia solidaria de la Revolución. A esos mártires cargados en hombros por el pueblo y sepultados en los panteones erigidos en cada municipio se les rinde merecido homenaje cada año.
La Operación Carlota, a cinco décadas de su inicio, es recordada no solo como estrategia de coraje en lejanas tierras, sino también como victorioso internacionalismo que lleva a Angola y otros pueblos africanos la profunda vocación humanista de los cubanos.

