Baraguá salvó la bandera

La falta de unidad y pugna de poderes arrinconan a la Gesta del ’68 en el tortuoso callejón del Pacto del Zanjón.

Foto: Archivo

El General peninsular Arsenio Martínez Campos, designado con poderes plenipotenciarios para “pacificar la Isla”, obtiene de los comisionados del Comité del Centro la firma de la capitulación de aquella larga guerra, en las sabanas de Puerto Príncipe, actual Camagüey.

Una excepción son las huestes de la zona oriental comandadas por el Mayor General Antonio Maceo Grajales y otros Generales, que no dan tregua al enemigo y al conocer la noticia se niegan a deponer las armas, justo en el año de mayor pujanza en la contienda.

El bochornoso Pacto no puede verse como un hecho aislado porque es el resultado de la acumulación de factores, en esencia subjetivos, que actúan de manera concatenada como las divisiones de los cubanos, las discordias, el regionalismo y el caudillismo que dan al traste con aquella lucha.

Se generan muchas expectativas y una gran tensión. Fijan el encuentro: el General español propone la fecha: 15 de marzo de 1878, y la hora: seis de la mañana, mientras que Maceo escoge el lugar: una finca en Mangos de Baraguá.

Es un ardid de Martínez Campos, su verdadero propósito es hacer saber a los reunidos en la arboleda las cláusulas del Pacto del Zanjón.

Al llegar allí pretende convencer al jefe oriental de lo ventajosa que sería la paz. Por supuesto que engaña; no habrá una paz completa sin independencia, abolición de la esclavitud, ni un Estado cubano.

–Guarde usted ese documento.

El General peninsular pliega el papel colocándolo en su levita.

–Es decir, exclama, ¿que no nos entendemos?

–¡No, acentúa Maceo, no nos entendemos!

–Entonces, replica el General Martínez Campos, ¿volverán a romperse las hostilidades?

–¡Volverán a romperse las hostilidades!, enfatiza el jefe mambí.

El “no” rotundo recogido por la pluma del médico y amigo del Titán de Bronce, el brigadier Félix Figueredo, muestra la intransigencia de los “hombres del ’68”, personificada en la conducta de Maceo.

Esa actitud firme de no rebajarse ante la manipulación del General español levanta la espada caída, es el resultado de la fidelidad a las ideas independentistas y de un compromiso de sólida base ética, unido al liderazgo político militar del Titán de Bronce, principal protagonista del hecho, quien junto a otros Generales propician que la Guerra de los Diez Años (1868-1878) no concluya con la desmoralización del Zanjón, sino en su reverso glorioso: la Protesta de Baraguá.

Ellos enaltecen el honor, la vergüenza de los cubanos y a la Patria. Baraguá como expresa Fidel “(…) Salva la gloria, salva la idea, salva la bandera (…)”.

Lo ocurrido allí, resulta trascendente para su momento y todos los tiempos porque proporciona a los patriotas cubanos, de ayer y de hoy, un arma poderosa para continuar la lucha al enseñar que esta debe basarse en la unidad, ética, intransigencia revolucionaria, la confianza en el triunfo y la decisión de vencer o morir.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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