Crecí, como cualquier niña santiaguera, aprendiendo la historia desde el hogar, la escuela y cada tarja de la Ciudad Heroica erigida en tributo a los caídos contra el régimen feroz de Fulgencio Batista.
Ahora pasan por mi memoria semblanzas de los combatientes de la clandestinidad que mantenían en jaque a la tiranía, en específico Frank Isaac País García, joven maestro de 23 años que dejó de impartir las clases de Historia porque había llegado la hora de hacer una historia nueva por el porvenir.
Desde su condición de jefe nacional de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio, País García creó una vasta red clandestina extendida por el oriente cubano y dirigió el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956 para desviar la atención del enemigo hacia Santiago de Cuba y facilitar el desembarco de los 82 expedicionarios del yate Granma.
En vez de cinco, fueron siete días de travesía de la nave desde que arrancara sus motores por el estuario del río Tuxpan, en México, el 25 de noviembre de 1956, hasta que la embarcación perdiera el rumbo y encallara en el manglar Los Cayuelos, a unos dos kilómetros de la playa Las Coloradas, el dos de diciembre; atraso causado por la caída al mar del revolucionario Roberto Roque y su búsqueda hasta rescatarlo vivo.
En la madrugada del 30 de noviembre la ciudad estalló en metralla, fuego y cocteles Molotov a cargo de tenaces patriotas que pasaban en los autos vestidos con el uniforme verde olivo y el brazalete rojo y negro, junto a los gritos de: “¡Abajo Batista! ¡Viva Cuba libre!”
Por horas y en diferentes lugares ellos ejecutaron acciones como cercar al Ejército en la fortaleza del Moncada para conseguir las armas; tomaron una base de ómnibus –para la obstrucción de calles– y la ferretería en la Plaza Dolores, y asaltaron la Policía Marítima y la Estación de Policía de la Loma del Intendente.
En la decisión memorable del pueblo santiaguero –que siempre cooperó en los momentos críticos– y de sus jóvenes por liberar la Patria subyugada tuvieron un gran protagonismo Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada, cuyas vidas truncaron las balas enemigas ese viernes 30 de noviembre, hace 66 años.
Aunque el levantamiento no cumplió su propósito, entre otros motivos, debido a las dificultades del yate Granma en su travesía, sí estremeció a la dictadura y llenó de esperanza a los más humildes.
Tanto las acciones del 30 de noviembre como los sucesos del dos de diciembre y los días siguientes, contribuyeron a la gestación, el triunfo de la Primera Revolución Socialista de América bajo la conducción de Fidel.
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