Las frutas siempre han ejercido un gran atractivo como complemento alimenticio. En la actualidad alcanzan un alto precio, por lo que su cultivo resulta muy remunerativo para los productores. Sin embargo, usualmente se siembran de forma selectiva, logrando cosechas de consideración solo en dos de ellas: melón y mango. Las demás tienen una presencia mínima en las tarimas pineras.
No resulta extraño, por lo mismo, que desconozcamos casi por completo cuánto pueden representar en nuestra nutrición o desde el punto de vista curativo.
Ajustados a este tema, vayamos a los detalles, pues en todos los estudios se ha encontrado una alta correlación entre el elevado consumo de frutas o verduras y la baja incidencia de enfermedades.
A partir de tales referencias se aconseja comenzar el día ingiriendo frutas o jugos al natural. El agua, las vitaminas, enzimas, fibras, los antioxidantes y minerales que contienen nos ayudan a hidratar, depurar y vigorizar nuestro organismo. Además, su contenido en calorías es bajo y –por si fuera poco– carecen de colesterol.
Las frutas tienen la ventaja de que se pueden comer crudas, por lo cual aprovechamos todos sus nutrientes. Sus grandes contenidos vitamínicos, minerales, de oligoelementos y nutrientes ayudan a regular nuestro sistema inmunitario. Son desintoxicantes: estimulan las funciones hepático-renales y ayudan a mejorar la pereza intestinal gracias a su alto contenido en fibra.
El valor energético de las frutas es generalmente muy bajo debido a su alto contenido en agua (80-90 por ciento). Aportan un aproximado de cinco calorías por 100 gramos derivadas principalmente de hidratos de carbono complejos, casi todos en forma de fructuosa. Su concentración aumenta cuanto mayor sea la madurez. Contienen cantidades mínimas de grasas insaturadas, excepto el coco que tiene gran cantidad de esta.
El poder antioxidante de las vitaminas E y C –al igual que otras sustancias que dan color y sabor a las frutas y verduras– han demostrado un papel importante en la prevención de enfermedades cardiovasculares, el cáncer y el envejecimiento.
RADICALES LIBRES

Hoy se sabe que el proceso de envejecimiento, así como la aparición de algunas enfermedades, se deben al efecto de los radicales libres, partículas que oxidan nuestras células. Tienen un cometido útil cuando el organismo deba luchar contra las bacterias, pero también son responsables del endurecimiento de nuestras arterias (arteriosclerosis).
Una alimentación rica en verduras y frutas frescas –tengámoslo en cuenta– desempeña un papel vital en la limpieza y desintoxicación de tales acompañantes, los radicales libres.