Las aventuras publicadas de William Dampier, célebre filibustero, pirata, corsario, notable viajero, naturalista y explorador –quien describió con minuciosidad la Isla de Pinos del Siglo XVII–, suministraron a Robert Louis Stevenson el material primario.


No es casualidad entonces que el mapa de la Isla del Tesoro, trazado por este último, tenga un contorno muy preciso, inconfundible. Al primer golpe de vista permite identificarla. Mapa mejor, incluso, que el oficial de 1797, el primero donde aparecen en detalle las costas y el interior de nuestra isla; realizado por el coronel español don Juan de Tirry y Lacy.
Stevenson, además, le agrega al suyo –y esto falta en el de Tirry–, una pequeña y solitaria islita: La Isla del Esqueleto, nuestro actual Morrillo del Diablo, frente a punta Colombo. Luego, le dio un cuarto de vuelta sobre su eje, a la derecha, para alterar la relación de las costas con los puntos cardinales.

Varió la orientación después de tener en su dibujo los accidentes principales según su autor de referencia; por eso, al volver el mapa a la posición original aparece mucho más concordante con el escenario actual, y casi al pie de la letra o exactamente igual a Dampier, llamado por sus contemporáneos El Gran Filibustero o El Rey del Mar.
Según leyera Stevenson en tan insigne maestro, coloca una ciénaga en medio de la Isla del Tesoro, en dirección oeste-este, cuyas aguas corren hacia este último punto. Una alta montaña está al centro como La Daguilla de ahora, y por el sur de la isla pasa una fuerte corriente marina. La misma en uso por las flotas españolas del oro y, por supuesto, conocidísima por los numerosos piratas que las atacaron.
“El extremo sur es bajo, llano y rocoso –dice Dampier–; las rocas son perpendicularmente acantiladas hacia el mar; de modo que no hay fondeadero en ese extremo; pero el occidental es muy bueno en terreno arenoso”.
Entonces se acordó –dice Stevenson por boca del grumete– de que la corriente (…) se dirigía siempre hacia el norte, a todo lo largo de la costa occidental; y viendo por mi posición como el esquife comenzaba a encontrarse ya bajo la influencia de esta, preferí dejar a mi espalda el cabo de La Escandalosa y reservar mis fuerzas para dirigirme luego al Frondoso, cuyo aspecto era mucho más apacible y risueño”.
Vuelto el mapa de La Isla del Tesoro a su posición normal, su costa occidental corresponde al sur de nuestra isla. Hawkins, el grumete, describe el paisaje cotidiano que puede verse desde el mar mientras se va desde los agrestes acantilados de la parte media, pasando por Cocodrilo, hacia los arenazos de la actual Punta Francés. Excelente rada a cubierto de los vientos predominantes y guarida habitual para estos “caballeros de fortuna” a lo largo de casi 300 años.

Pero hay más, Dampier dice: “… y en el centro se levanta una alta montaña con picos, por lo general cubierta de nubes, y para los piratas esa elevación atrae todas las nubes (…), rara vez, o nunca, está despejada”.
Hasta ese mínimo detalle, las nubes sobre La Daguilla –anterior a la tala masiva–, lo emplea Stevenson. La goleta Hispaniola llega a estas costas y John Silver –el de la cotorra al hombro– explica por qué a esa montaña alta, con la nube encima, los piratas la llaman El Catalejo:
(…) a la mayor, que es también la más alta, esa, esa con la nube encima, la llaman comúnmente El Catalejo porque allí ponían siempre un vigía mientras reparaban sus barcos y “limpiaban” las presas, con perdón sea dicho.
Diferentes autores para señalar a Isla de Pinos como la verdadera Isla del Tesoro hablaron siempre de su paisaje nórdico, abundante en compactos pinares; características de una flora como no tiene ninguna isla tan al sur.
Hasta donde sepamos, muchos referían lo ya dicho por Dampier:
“…en la parte lomosa, de tierra firme, abundan los pinos. De estos hay grandes bosques de árboles corpulentos y de buena altura, derechos y lo suficientemente largos como para construir mástiles para buques pequeños…”.

Esta información paisajística Stevenson la reitera en diferentes partes de la novela, refiriéndola así –y conste solo apuntamos algunas de las múltiples citas hechas sobre la misma–:
Un gran número de altos árboles, de la familia de los pinos, dispersos o en grupos, se destacaban por encima de la masa de fronda (…) el reducto estaba construido con troncos de pinos (…) caminaban bajo la fresca sombra de los árboles, rodeados de pájaros y aspirando el fresco olor de los pinos…
La goleta Hispaniola, al dejar La Isla del Tesoro, navega casi al garete por falta de marineros y pone proa al puerto más cercano de la América Española para alistar nuevos tripulantes. Luego de afrontar vientos contrarios y un par de temporales, llega a un bellísimo golfo bien cerrado donde es rodeada por botecillos llenos de negros y de indios mejicanos.
Mejicanos, repito.
¿Dónde está entonces La Isla del Tesoro, aquella con una sola islita al norte? ¿La Isla del Esqueleto-Morillo del Diablo? ¿Dónde si no en este Mar de Las Antillas? ¿Y dónde si no en esta isla con paisaje nórdico tan al sur, cubierta de pinos, con una ciénaga al medio que corre hacia el este, la montaña alta y envuelta en nubes al centro, y una fuerte corriente marina al sur capaz de llevar a una goleta casi al garete hasta un puerto mejicano como el más cercano de la América Española?

Pero hay más todavía: Dampier dice, Isla de Pinos: “…es una pequeña isla de unas nueve o diez leguas de largo”. Stevenson: La Isla del Tesoro: … era de unas nueve millas de largo. Solo cambia la medida de longitud, de leguas a millas; pero mantiene la expresión de largo. Escoge la más corta.
¿Y el ancho? Dampier dice: “… y tres o cuatro de ancho”.
Stevenson, ante la nueva ambigüedad del informante, precisa: La Isla del Tesoro tiene “… cinco de ancho”. Le agrega una al filibustero. Pero mantiene la expresión: “de ancho” Y si antes escogió la medida más corta ahora lo compensa al agregar una milla.
No sería fino dar una copia idéntica.
Por todo lo anterior, y en la consideración de usted, ¿es la nuestra o no La Isla del Tesoro, famosa por la novela de piratas que escribiera ese gran maestro en la literatura de aventuras, Robert Louis Stevenson?