
Nuestra Isla no tiene arqueólogos propios que trabajen para descubrir, validar y preservar su patrimonio. Cantera interesada no falta, pero su formación es dificultosa; requiere un apoyo puntual del territorio.
Un rico muestrario pictográfico se extiende por el sur pinero aprovechando cuevas y abrigos rocosos, también existe al norte del territorio, aunque en menor medida. Habla de la presencia aborigen y nos reta a comprender sus mensajes, con más de 1 100 años, plasmados a tres colores: negro y rojo sobre fondo claro, el de la piedra que los sustenta.
Constituye un enigma para la arqueología: se supone que quienes dejaron tal legado eran muy primitivos, utilizaban la piedra sin pulir, en su estado natural. ¿Cómo entender entonces que fueran capaces de tal abstraccionismo, si su nivel intelectual, supuestamente, no les permitía volar tan alto?Ante panorama tan contrapuesto, las figuras principales de la arqueología cubana no arriesgaron una explicación coherente, en más de 50 años.
“Un poco por no arriesgar su prestigio personal –sostiene el profesor Florencio Isalgué Vagué–, y también por no tener arqueólogos pineros que los compulsen a la inmersión en ese campo”.
Ser uno de estos se ha propuesto nuestro entrevistado, formarse académicamente y ser arqueólogo, aunque se trata de una carrera con más escollos que cualquier otra: ninguna de nuestras universidades la contempla en su panoplia docente. Quien opte por tal especialidad debe ser habilitado por otros arqueólogos, titulados en instituciones extranjeras. “Son años de prepararte en la metodología, y es muy rigurosa –explica Florencio–. Años en los cuales debes participar, lejos de tu familia, en excavaciones y otros trabajos de campo, más las investigaciones correspondientes. Y a diferencia de otras carreras donde el estudiante tiene garantizadas sus necesidades y en no pocos casos hasta un estipendio… aquí todo va a tu cuenta”.
Estas condiciones, tan desfavorables, explican por qué en tanto tiempo la Isla no ha tenido arqueólogos. Sin embargo, no es difícil comprender que si no investigamos y hacemos visible nuestro patrimonio ancestral –y hay no poco todavía bajo tierra– poco tendremos que mostrar, que atraiga al visitante nacional o extranjero.
Tener arqueólogos propios obviamente interesa y beneficia a todos. Promocionaría a esta Isla, la haría más interesante, culturalmente más atractiva, no solo por su patrimonio aborigen sino también por los más de 300 años que fuera guarida de piratas. Un doble gancho turístico, de mucha pegada. Incluible en el proyecto Isla Patrimonial, actualmente en desarrollo.
Isalgué Vagué se desempeña como metodólogo de historia en la Dirección Municipal de Educación. Sobre sus motivaciones personales para la arqueología, manifestó: “…aquí todo está por hacer. No soy el único interesado en esa especialidad. Estamos haciendo la maestría 21 compañeros, por un lado, y 13 que se acaban de graduar en la escuela pedagógica. Varios, de uno y otro grupo, quisieran ser arqueólogos. Cantera no falta”.