
A la segunda ínsula cubana se le apellidó Santiago, Santa María, San Pablo, Reina Amalia, Isla de los Piratas, Siberia de Cuba, Isla del Tesoro, Isla de los Quinientos Asesinatos, como la denominó Pablo de la Torriente Brau.
Aunque el calificativo que durante más tiempo la identificó fue el de Isla de Pinos, por cuatro siglos, cambió sucesivamente de nombre, como el maja la piel, aunque sin abandonar nunca el gentilicio fundido a lo más natural, sus pinares.
“Podría denominarse también –ha dicho Raúl Roa– Isla del Latifundio: en 1576 fue graciosamente mercedada por el monarca español Gerónimo de Rojas y Avellaneda; al triunfar la Revolución un pirata yanqui era casi dueño de su parte meridional y de la parte norte un corsario español”.
Sus más 80 000 habitantes se aferran a pineros, como las coníferas a su primacía en estos boscosos parajes.
El apellido definitivo de la Juventud encarna, sin embargo, los nombres de muchos protagonistas y el espíritu emprendedor de los pinos nuevos que siguen transformándose a sí mismos sin conflictos generacionales ni egoísmosen una ínsula de solidaridad a los cuatro vientos, que es escuela de continentes como los de África y Asia, y faro del hombre nuevo, de porvenir.