
En el territorio pinero, la avanzada de chikungunya y otros congéneres fue batida a tiempo y está bajo control. Los afectados, una decena escasa, reciben la atención médica que demandan estos arbovirus.
Su tratamiento se limita, mayormente, a poner bajo mosquiteros (con lo cual queda cortada la trasmisión) y bajar la fiebre. Esto último ayuda a prevenir efectos a largo plazo del virus, como la pérdida de la audición.
También, como parte del procedimiento, se previene la deshidratación donde podemos ser… hasta potencia médica. No nos referimos solo a que el paciente reciba líquidos por vía intravenosa. Me detendré luego en dicho punto –motivo de este comentario–, pero será más adelante. Anticipo solo que es una de nuestras fortalezas frente a la posible pandemia.
Precisemos antes detalles de no menos importancia. Los antibióticos combaten infecciones causadas por bacterias. No tratan las causadas por virus. Por tanto, no espere encontrar en nuestros centros de salud un fármaco de última generación contra estos arbovirus. No existe todavía.
Por otra parte, ¿tiene usted claridad sobre que es un arbovirus? ¿Un nuevo patógeno, o la mutación de algo anterior?
Un arbovirus es un virus, así de sencillo… un virus pero trasmitido por artrópodos como el mosquito o la garrapata. Entre ellos, están proliferando (y no solo en Cuba) el dengue, chikungunya, zika, oropouche y fiebre amarilla.
Quizá no sepa usted que en 1830 hubo un dengue al cual daríamos ahora categoría de pandemia. Arrasó con la mitad de La Habana, desbordó cementerios y hubo que abrir enormes fosas comunes frente a la Quinta de los Molinos. Allí, esclavos-sepultureros, arrojaban los cadáveres sin féretros, en camadas, una encima de otra, con una capa de cal viva y un poco de tierra entre ambas.
Y en esa misma capital de todos los cubanos, la fiebre amarilla era un visitante nefasto pero puntual cada verano, año tras año, cuyos estragos marcaban a toda familia.
Menos se ha divulgado todavía que en Isla de Pinos nunca hubo fiebre amarilla en la etapa colonial, por eso era centro de cura obligado para el ejército español. Al parecer, el agente trasmisor no convivía entonces entre los pineros.
Hoy un principio está bien definido: el ciclo de trasmisión comienza cuando estos insectos pican a un huésped infectado, adquieren el virus y lo propagan a otros con cada picada.
De modo que la presencia de tales arbovirus, no es cosa nueva. Solo lo es su nombre genérico, lo cual solo fue posible a partir de que un cubano, el doctor Finlay, identificara al agente trasmisor.
Concluido este preámbulo, dilucidemos por qué Isla de la Juventud es potencia médica… en nuestra consideración, frente al presente impacto de arbovirus.
Durante diez años, a partir de 1998, fueron tratados miles de pacientes atacados por virus en el balneario Santa Rita. Allí, personalmente, vimos desaparecer con muy pocas sesiones de tratamiento a la varicela, el sarampión, la gripe, los virus del herpes (uno, dos, tres y Zóster) y otros, fueran o no trasmitidos por mosquitos o garrapatas.
En todos los casos, el tratamiento prescribía la ingestión de un vaso de agua antes y otro después de cada sesión. O sea, ingerir la medicina, hidratando al paciente, para que pasara a sangre y aniquilara al virus desde adentro.
Tratamiento que podemos replicar en la actualidad, sin contravenir protocolos ni requisitos médicos.
Para validar la ingestión del agua no es necesaria la certificación de la Oficina Nacional de Recursos Minerales. Es agua potable y se usará para beberla, como las demás que consume la población. Aprobadas aquí para su consumo. Y por laboratorios pineros.
¿Acertamos o no? Vale la pena comprobarlo. Los baños no son imprescindibles, solo beberla. Hidratarse con ella.
