Frente al pantallazo de la oferta-zanahoria

Un Youtuber miamense, un “influencer” –de cuyo nombre no quiero ni acordarme, como escribiera Cervantes– en días recientes se ha referido al hambre en Cuba. Claro, lo ha explicado a su manera habitual, tergiversando todo. Y sacándolo de contexto.

Redacción Digital

Para eso le pagan.

Es el mismo tipejo que en ocasión anterior graficara que Felipe Blanco tapó las cuevas a los majases nada más y nada menos que… ¡tapiándolas con ladrillos! Así apareció en Facebook, y hasta quizás usted (como yo) sorprendido se detuvo un momento para “aprender” esta versión de historia tan conocida por los pineros.

Sorpresa, ¿verdad? Tal burrada a ninguno de aquí se le habría ocurrido.

Pero estando del otro lado del charco, a salvo del escupido meritorio, cualquiera bravuconea y hace suya  “la defensa” de este pueblo nuestro.

Para eso le pagan.

Ahora, este “influencer” se apea con una cita textual de nuestro primer secretario del Comité Central del Partido y presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Cita dirigida a un escenario internacional, y en la cual expresó –con el comedimiento y tacto que le caracterizan: “…algunos no dudan en utilizar el hambre como instrumento de sometimiento de los pueblos”.

Y utilizó la expresión “algunos no dudan en utilizar el hambre” (así, en plural) porque no solo el gobierno de los Estados Unidos recurre a este inhumano recurso de presión y chantaje. No es patrimonio exclusivo del Tío Sam.

Según el personajillo de referencia, el hambre no siempre es un accidente, a veces es una estrategia. En eso sustenta su intragable conjetura.

Y la nuestra, asevera, para nada es consecuencia mayoritaria del bloqueo, de la falta de recursos, de resistir el paso de una pandemia que agotó las escasas reservas económicas.

Según semejante apuntador de teatro, todo es consecuencia de errores internos, corrupción y desgobierno.

El régimen cubano –afirma– como estrategia de dominio utiliza el hambre-instrumento para someter al pueblo, no dejándole tiempo para pensar en revueltas sino en dónde, cómo y de qué manera encontrar el sustento diario. Así de fácil.

No me extrañaría que ahora, tras el pantallazo informativo que ha suscitado la disposición del gobierno norteamericano a enviar ayuda humanitaria a los afectados por Melissa, la promueva como un hecho desinteresado y de buena voluntad.

Una ayuda de tal envergadura, tan despampanante –sostendrá, como si él mismo lo creyera–, que saque a los afectados de su situación actual, los ponga en punta en relación con el resto de la población cubana y borre hasta el recuerdo de este huracán.

Estados Unidos podría hacerlo, nadie lo duda, basta con que destine a ello los dólares asignados a un par de aviones furtivos o a uno solo de sus submarinos nucleares.

Solo que no va a suceder así. Ni vamos a pordiosearlo. Si tal ayuda llega a concretarse, será irrisoria. Mínima. No es tiempo de milagros.

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