Al norte de La Fe, rumbo a Júcaro, en el reparto Las Monjas (donde a principios del siglo anterior hubo una congregación de reverendas católicas) tiene Luis Horta Coba su taller de alfarería. Allí elabora macetas de barro y surte a casi toda la Isla con estas vasijas, quizá las de mayor demanda a la hora de establecer cultivos de interiores.

Las suyas van desde el diámetro adecuado para plantas ornamentales de tamaño pequeño hasta las grandes macetas, casi tinajas, con bocas superiores a los 30 centímetros. No son las clásicas macetas de cerámica roja sino las de un agradable color salmón, con el cual ha logrado caracterizar su producción particular.
“El barro cambia de color cuando se quema –explica–, y para lograr ese tono, mucho más decorativo que el común rojo ladrillo, tengo que buscarlo a más de 20 kilómetros, en La Fuente Luminosa, cerca de Presidio Modelo”.
Luis aprendió a tornear el barro en Calabazar, La Habana, “hace más de 25 años. Lo hago ahora como vi hacerlo de joven, con leña y un horno rústico. La maceta de barro tiene su ventaja (eso nadie puede negarlo), respira como el suelo y eso evita el ahogo de las plantas por encharcamiento”.
Este artesano no participa en las ferias sabatinas, y es una lástima, sus producciones tendrían muchísima demanda, pero “el barro cocido es casi tan frágil como el cristal. Moverlo de un lugar a otro, en cantidades, resulta engorroso, caro y de mucho riesgo. No cualquier transporte puede hacerlo. Por eso lo vendo todo aquí, a pie de horno”.
En cuanto a su legalidad y tributos, Horta Coba asegura que “lo tengo todo al día –lo demuestra, documentos en mano–. Mi licencia como trabajador por cuenta propia. El pago de tributos al día, siempre con bonificación por pronto pago… No puede ser de otra forma –concluye–si cada uno aporta su poquito… a la larga tiene que haber más. Y de eso nos beneficiamos todos”.