La suya es una modesta vivienda de una planta (aunque le sobraran conocimientos, recursos y posibilidades para tenerla más alta y espaciosa) en el reparto Camilo Cienfuegos, de La Fe. Para llegar a ella, desde la calle, andamos un pasillo entre flores bien cuidadas, las que denotan la presencia de alguien atento a los detalles.

La habita el sagüero (de Sagua de Tánamo, Santiago de Cuba) Esnoy Tamayo Martínez, quien llegó a esta Isla el diez de enero de 1968, como bien recuerda porque “…faltaban unos días para arribar a mis 18 años, el ocho de marzo, día internacional de la mujer”.
Y era ya un hombre (apenas un adolescente) curtido. Había hecho “…dos zafras como machetero, en una brigada que pertenecía al Movimiento Millonario”.
Esnoy tiene ahora 76 años cumplidos y “…ningún achaque de vejez”; es delgado –lo fue siempre–; todo energía, músculos y disposición, tan tenso siempre como una cuerda de guitarra.
“Aquí mi primer empleo fue en la Base de Transporte Agropecuario; todavía no en la construcción, porque… si hay trabajo, ya estoy trabajando. Ahí, en la base… entré a la militancia de la juventud, y estuve en las filas ¡15 años!”
En 1971 lo eligieron para hacer la caminata Seguidores de Camilo y Che, de oriente a occidente. “Caminé 742 kilómetros. Salimos de Providencia, en la Sierra Maestra, como Camilo… y la hicimos en 40 días. Éramos 45, en representación de toda la Isla”.
Al regresar, le propusieron integrar una brigada para construir escuelas en el campo. “Comenzamos con la secundaria Vanguardia de La Habana. Allí me hice Operario A y profesor…”, luego, aquellos conocimientos “…los compartí con los primeros alumnos que tuvo acá el Ejército Juvenil del Trabajo. Muchos andan ahora por toda Cuba, y son profesionales de este oficio.
“Pasé más tarde a levantar las escuelas en el campo número cinco, la ocho… y así sucesivamente hasta la 60. Con los años, y tanta práctica, me gradué de especialista en montaje, en cimentación, carpintero A, encofrador, carpintería de acabados en el centro de producción y en cuanto curso de superación me cayó a mano”.
Como una de las obras que Esnoy recuerda con más cariño está
“…recibir los materiales que se usaron en la construcción de los almacenes bajo tierra. Allí rompí el récord nacional de montaje en ocho horas y 20 minutos… con 122 elementos”.
Otra obra que descuella en su memoria es el montaje de las torres de luz en el estadio Cristóbal Labra. “Hice como montador principal y carpintero, la cimentación y lo preparé todo pero, cosas de la vida, no pude asistir a su inauguración; estaba con conjuntivitis…”.
Aunque este jubilado sea en extremo modesto, reconoce que estuvo presente en “… la fábrica de cerámica Primer Congreso, Empresa de Mármol, Cerámica Roja, la zona de enfriamiento que tiene la planta eléctrica, el montaje de los motores Man en Cayo Largo… remodelación de todos los policlínicos… Son tantas. Estoy señalando algunas de las principales para que se tenga idea de lo que puede acometer cualquier hombre con una cuchara de albañil en la mano. Lo que hace un constructor… queda. Mire el Morro o La Cabaña… cientos de años y están allí, recordando otros tiempos y a quienes los hicieron posible”.
Esnoy estuvo en la preparación para cumplir misiones internacionalistas como Tropas Especiales y “…llegamos a estar, como se dice, a la puerta del avión. Pero la situación en Etiopía concluyó… y nuestra presencia no fue necesaria”.
Y en relación con el internacionalismo (que puede tener muchas facetas y diferentes formas de cumplimentarse) este multiconstructor recuerda: “Nos dijeron, ‘Fidel tiene el compromiso de traer a niños del África para que puedan estudiar acá. Y servir mejor a sus países. Esos niños están listos, esperando solo por sus escuelas’. Fue cuando levantamos la 25 y la 35, que están en el camino a La Mina. Las levantamos como si dijéramos… de un tirón. ¡Amanecíamos a pie de obra!”