Mejor Boyardo que Bayardo

En las redes sociales lleva algún tiempo apareciendo un “influencer” que se da a sí mismo el seudónimo de El Bayardo –¿Sabrá quién fue el Bayardo en nuestra historia Patria, y por qué recibió tan alto reconocimiento? Lo dudo. Este Bayardo de farsa, se dedica a hurgar en cuanta mancha oscura tenga a mano para denigrar a las personalidades de nuestra historia, pasada o reciente.

Redacción digital

Nada nuevo. El morbo siempre engancha a no pocos. Un recurso mediático para atraer curiosos, colgarlos a Internet y ganar dinero a costa de su preferencia.

La semana pasada este “bayardito” se desmontó con el sucu suco Felipe Blanco, un tema demasiado pinero como para no responderle. En un alarde de seriedad histórica dijo que el personaje había nacido en esta isla, de padres españoles, el primero de junio de 1834. Cierto, pero a partir de ahí, calzada la fachada, comenzó a disparatar demostrando que lo que no conoce… lo inventa. Aportó que Felipe Blanco le dio alimentos a un grupo de participantes del levantamiento armado del 26 de julio de 1896.  Falso. Fueron solo dos insurrectos, los hermanos Justo y Luis Pimienta, a quienes ni siquiera vio nunca. Pero al llegarle el trasunto de su presencia en una de las cuevas del hato La Concepción, que tenía arrendada, los denunció. Cierto.

Majases llamaban los mambises a los compañeros de armas que por corto tiempo debían apartarse de la lucha y luego remoloneaban con cualquier pretexto para demorar el momento de reincorporarse. Mientras tanto, como los hermanos Pimienta, se ocultaban en cuevas o abrigos rocosos apartados. Para que no hubiera más majases en sus fincas, según este “historicista”, Felipe Blanco las tapó. Acción que grafica en las redes sociales poniendo paredes de ladrillos que cerraban la boca de las mismas. Falso. Ninguna cueva pinera fue clausurada, nunca, y menos de este modo.

Luego, tan falso “influencer” divaga sobre el final del delator porque, una vez más, desconoce la verdad. Y la inventa.

La realidad es diferente a la sostenida por este “creador”, consta en documentos. Quizá Felipe Blanco no esperaba un desenlace tan cruento para los perseguidos o no calibró a tiempo la fuerte repulsa popular que habría de engendrar pero cuando dos años más tarde fue depuesto el gobierno español y dejó de sentirse protegido por las autoridades, escapó a Batabanó.

Temía la justa represalia de los mambises. Su agonía fue larga. Luego, muy luego, como un iluso guiñapo esperanzado regresó a esta isla, achacoso y enfermo, para morir enseguida a las 5 y 30 de la tarde del dos de junio de 1917. Tenía 83 años. El registro de su defunción se conserva en el archivo parroquial de la iglesia católica de Nueva Gerona.

El tratamiento histórico que este Boyardo –mejor que Bayardo– ha dado a caso tan conocido por los pineros, caracteriza su modo de actuar y lo hace desmerecer. Lo retrata de cuerpo entero, al decir popular. Individuo que desconoce el precepto martiano de que, como los hombres, el sol tiene manchas. Los desagradecidos (como él) hablan de sus manchas; los agradecidos, de su luz.

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