Motivos del azúcar que nos falta

“¿Viste? Nos volvieron a dar una miserable librita de azúcar por persona… Y eso que vivimos en el país del azúcar”, dijo uno, de adentro. Y otro consanguíneo le apoyó: “Esta Revolución acaba con todo, ni centrales azucareros dejaron… suficientes. Y Cuba, que yo sepa, fue hasta el mayor productor mundial de azúcar…”.

Redacción digital

No faltó quien, desde el exterior, y en Facebook, publicara una foto del famoso central Hersey, pretendiendo que –los que nada tuvimos– añoráramos lo bien que le iba a su dueño con el azúcar cubano.

Tergiversación y manipulación, las dos cosas a la vez.

Quienes así enrumban la vida o pretender que lo hagamos nosotros, olvidan (o se hacen los que olvidan) tres años de covid sin salir de casa, sin producir y consumiendo las escasas reservas que todavía teníamos en existencia. Olvidan, además, que hasta esa coyuntura terrible, la de una pandemia, aprovechó el contendiente deshumanizado de siempre para intentar doblegarnos a menor precio.

Cierto que ahora tenemos menos centrales, pero son los más modernos y eficientes; los necesarios para abastecer el consumo interno y la escasa demanda de exportación que afronta el azúcar de caña en la actualidad. Lo hacen, de cara a una feroz campaña contra el empleo de este dulce en específico, propalada por los fabricantes de edulcorantes y la modernísima azúcar de remolacha, mucho menos costosa para sus productores.

Los centrales cubanos son más que centenarios, sus piezas de repuesto hace mucho que dejaron de fabricarse y por su mismo atraso tecnológico producen a un costo que nos invalida en el mercado internacional. Un central australiano, por ejemplo, es un complejo de última hora, computarizado. Y se aprovechan todos, absolutamente todos, los derivados que es posible obtener de la caña, hasta cera o papel, componentes sintéticos, disolventes, explosivos, barnices, pinturas, alcoholes, rones… Todo, en un mismo central.

Enfrentados a ese contexto y teniendo los centrales necesarios, los modernizados y más eficientes, colosos como el Urbano Noris, en San Germán, Holguín, ¿por qué no estamos produciendo ahora el azúcar necesario para cubrir la demanda interna?

Sucede que, sin estar desactivado, el Urbano Noris no molió… en esta contienda.

La respuesta está en que, al decidir cuáles debían continuar, se escogió (como premisa vital) a los que disponían de mejores y más extensas áreas cañeras. Y que, además, fueran capaces de producir aprovechando el fuego del bagazo como combustible principal.

No fueron mayoría, no había otros que reunieran esos requisitos entre los más rentables. Son, en general, los que produjeron en la última zafra. Los demás (como el Urbano Noris), basan su trabajo en el consumo de electricidad y no pudieron ser incorporados a la molienda.

En consecuencia, disponemos de menos azúcar de la que fuera posible si no enfrentáramos la contingencia actual. Contingencia imprevisible hace unos quince años, cuando se adoptó la decisión de eliminar centrales de baja eficiencia. Y se disponía de suficiente petróleo de calidad para producir electricidad. Momento en que era planificable, por mantenimiento, la interrupción de una u otra termoeléctrica; estas disponían de repuestos y no estaban obligadas a producir con el engorroso crudo cubano.

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