En esta semana hemos asistido a la primera remesa de boniatos a 60 pesos la libra… Según los expendedores santafeseños, se debe a que recibieron un envío de boniatos traídos de Mayabeque pero tan caros que solo comercializándolos a ese precio le resultarían medianamente costeables para tener ¡ingresos moderados!

Se dice, según ellos, que los productores locales, ¡ante tan atrayente subida de precios (para ellos) decidieron que debían pagarle lo mismo por sus boniatos o…¡no hay trato!
Esta historia puede tener muchas formas de contarse, pero lo cierto es que en todos los puestos de venta aparecieron los boniatos, importados o locales, con el mismo precio. Y si no nos sacudimos a tiempo, nos esperan muchas semanas a ese costo, o más. Porque en el rejuego descontrolado de precio-demanda, todo es hacerse el loco, probar fuerza y arriesgar con tal de obtener más dinero, aunque los boniatos sean los mismos de siempre, hasta con repunte de tetuán.
Veamos otra arista del mismo problema. Ahora con los ojos de los productores, los del terruño.
Según ellos, los hombres que les trabajan sus fincas o plantaciones, son campesinos, muchos sin teléfono, y por acuerdo formal esperan cobrar en efectivo, contante y sonante. Por lo que ellos, los pagadores, los dueños, no pueden aceptar transferencias de los puntos de venta ya que no tendrían dinero en efectivo para pagar a sus obreros. Y, en consecuencia, los expendedores minoristas, los del punto de venta, se viran contra usted, el cliente, y tampoco le aceptan dinero plástico.
En términos de fulleros, trancaron el dominó. Y como no hay competencia…
Pero todo tiene un límite. Y está en aplicar jugadas diferentes a las que hasta ahora no dan resultado. O nos llevan a coyundas tan inconsecuentes.
Tenemos más de 350 personas adultas contratadas para el cuidado de los centros cerrados, léase escuelas en el campo. ¿Cuánto pudieran aportar, solo en boniatos, yuca y calabaza, si se les organiza y compulsa a la producción de viandas, o de ganado menor: aves, conejos, carneros, cerdos…?
Y no solo eso. En las inmediaciones del poblado La Fe hay más de diez caballerías de tierra de cultivo, sin marabú, que se sembraron hasta el año anterior pero que en el presente no lo están.
¿Qué pasaría si retomamos la buena experiencia del Batallón 15 de Mayo, que se creó precisamente en La Fe a comienzos de los ’90, y aportó tanta vianda buena, bonita y barata a este poblado y al resto del territorio?
Con la fuerza laboral de ese Batallón –al cual aportaría un hombre (o mujer) al mes, cada centro de trabajo del poblado– se pudieran acondicionar esas caballerías, sembrarlas y atender los cultivos. La responsabilidad de los tenedores legales de esas tierras sería cuidar lo sembrado por el Batallón como siempre hizo cuando el mismo las ponía en producción. ¿Recibiría una compensación económica o en especie? Por supuesto.
He mencionado solo dos variantes posibles –puede haber varias más– para contrarrestar el desgarite actual de los precios, específicamente en productos del agro. Pienso que, en esta isla de tantos experimentos, no sería desacertado comprobarlas en la práctica.