Mariana, mujer de temple

Redacción digital

“Es la mujer que más ha conmovido mi corazón”, dijo el Héroe Nacional José Julián Martí Pérez al mencionar a Mariana Grajales Coello, la madre de los Maceo, por quien sentía una gran admiración.

Hija de padres dominicanos libres recibe la instrucción de las llamadas primeras letras y una educación ético cristiana. La excelsa mambisa santiaguera, nacida el 12 de julio de 1815, era horcón, aliento y acicate de un hogar humilde, pero lleno de amor, forjado con rigor y virtud.

Ella hace a sus hijos –tanto los del primer matrimonio con Fructuoso Regüeiferos como los concebidos con Marcos Maceo– jurar de rodillas ante un crucifijo con la imagen de Jesucristo “liberar a la Patria o morir por ella”.

Aquella mujer, consecuente con el camino escogido, debió una y otra vez apretar las lágrimas, recoger los trozos de su corazón deshecho. A la guerra fueron todos y derramaron su sangre; perdió al padre de los Maceo, Marcos, quien antes de morir alegó: ¡He cumplido con Mariana!

Como nadie ella demostró cuánto se entrega cuando se ama una causa porque a pesar del sufrimiento por la pérdida de sus seres queridos mantuvo una actitud firme y con sus 53 años llevó a los más pequeños de casa y las mujeres a la manigua.

Allí, desde la retaguardia, enfrentó los rigores de los campos insurrectos: hambre, frío y el riesgo de caer prisionera; en los hospitales de campaña desbordó energía; curó heridas, consoló, alimentó y vistió a los mambises. Arengó a los convalecientes y los incitó a que, una vez restablecidos, regresaran con más bríos a la contienda.

Cuando le llevaron a Antonio Maceo grave, al escuchar el llanto de las mujeres exclamó: “¡Fuera, fuera faldas de aquí! ¡No aguanto lágrimas!”

Al volverse miró al jovencito Marcos, y le dijo: “Y tú, empínate, porque ya es hora de que te vayas al campamento”.

Tras concluir la Guerra de los Diez Años se instaló en Kingston, Jamaica, donde sufrió las severidades de la pobreza y la estrecha vigilancia de las autoridades españolas que interceptaban sus cartas.

Falleció a causa de una congestión pulmonar, no sin antes pedir que cuando Cuba fuera libre trasladaran sus restos a su tierra natal para tener descanso eterno, lo cual se cumplió.

En el cementerio Santa Ifigenia, en la Ciudad Indómita, descansan sus restos, en el área patrimonial central, en la llamada línea adelantada de Céspedes, Mariana, Martí y Fidel, donde hay emplazada una escultura de la heroína concebida en bronce de 4,60 metros, obra del reconocido escultor santiaguero Alberto Lescay Merencio.

Cuando una mujer en Cuba es emprendedora y no escatima el sacrificio hasta alcanzar sus metas y sueños la llaman: ¡Mariana! en su honor. Las cubanas de ayer y hoy la recordamos con su cabello plateado, el semblante dulce y a la vez recto, sin miedo.

Al cumplirse 210 años de su natalicio el pueblo cubano, en especial sus féminas, siguen el ejemplo de quien ofreció sus hijos, los Maceo, a las gestas independentistas en las que derramaron su sangre generosa. Por sus valores, grandeza y patriotismo ganó el apelativo de Madre de la Patria.

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Historia Isla de la Juventud
Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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