
El cambio climático en Cuba se percibe por sus variados y notables efectos: prolongadas sequías, incremento del nivel del mar, aumento de las temperaturas y salinización de los suelos, por solo mencionar algunos. Varias investigaciones e iniciativas buscan mitigar sus consecuencias. Entre ellas, destaca el proyecto para el “Incremento de la resiliencia climática de los hogares y comunidades rurales a través de la rehabilitación de paisajes productivos en localidades seleccionadas de la República de Cuba”, conocido por su abreviatura anglosajona IRES.
El proyecto IRES es el primero financiado por el Fondo Verde del Clima en el país y tiene el propósito de fortalecer la resiliencia de los ecosistemas y las comunidades rurales cubanas frente a las consecuencias del cambio climático. Su implementación está a cargo del Ministerio de la Agricultura de Cuba, con la asistencia técnica de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El financiamiento —38,2 millones de USD no reembolsables y 81,7 millones de CUP aportados por el cofinanciamiento nacional— está destinado a beneficiar a más de 200 000 personas, residentes de los siete municipios más vulnerables al cambio climático y con condiciones más complejas para el desarrollo agrícola: Los Arabos en la provincia de Matanzas; Santo Domingo, Quemado de Güines y Corralillo en Villa Clara; y Jobabo, Amancio Rodríguez y Colombia en la provincia de Las Tunas.
Hasta estos territorios llega IRES, también con el propósito de mitigar la emisión de alrededor de 2,7 millones de toneladas de gases de efecto invernadero mediante inversiones en tecnología, maquinaria, equipamiento y suministros que favorecerán la rehabilitación de paisajes productivos, la reforestación y la regeneración natural asistida.
Se prevé que el proyecto se extienda hasta el año 2027 y gestione de manera eficiente la implementación de sistemas forestales, agroforestales y silvopastoriles en esas localidades.
En el recorrido por algunas comunidades beneficiadas con el proyecto IRES, encontramos testimonios de quienes han encontrado en él una oportunidad para producir y aprender más.

Es cercano al mediodía y una decena de niños se amontona en el huerto escolar. Estamos en la escuela primaria Rosendo Arteaga Guerra en Jobabo, Las Tunas. Mientras unos riegan las plantas, otros recogen hojas secas, en torno a los canteros sembrados con plantas ornamentales. “Estos son frijoles de los que se enroscan”, explica Nathaly de la Caridad, mientras señala la cosecha tal como si fuera un tesoro.
Dice que lleva tres años en el círculo de interés “Aires Puros”. Junto al resto, forma parte del proyecto “Siembra conmigo”, realiza actividades para promover acciones de cuidado del medio ambiente y estudia los efectos del cambio climático. El proyecto IRES los apadrina con recursos y talleres.

Melquíades Nápoles y su esposa, Odalis Guerra, llevan poco más de tres años unidos al proyecto IRES. Viven en Colombia, un municipio de Las Tunas. Motivados por la asignación de dos caballerías de tierra, emprendieron una ardua faena contra el marabú pesado, hasta entonces “dueño de la zona”. Con medios propios, lo han derribado. Ahora tienen sembradas cuatro hectáreas de plátano. Su meta es llegar a las 21.
Si bien unos de los atractivos del proyecto IRES es la asignación de recursos materiales para la producción, este matrimonio agradece los que a escala de conocimientos le han ofrecido.
“El proyecto IRES nos ha dado bastante apoyo y hemos aprendido con los eventos que hemos tenido. Yo no sabía ni la tierra que yo pisoteaba. Gracias al proyecto, vamos avanzando”, señala Melquíades, mientras Odalis acota que con los seminarios han conocido sobre temas diversos. Cómo eliminar el marabú y cómo tratar al ganado, son apenas un par de ellos.

Llegamos hasta la CPA 26 de Julio en el municipio de Amancio, Las Tunas. Aquí nos recibió José Enrique Ledesma, su presidente, quien es responsable del aula-escuela que surgió en septiembre pasado de conjunto con el proyecto IRES. Esta sala de clases funciona con un plan de capacitación mensual, conformado por temas diversos.
Ledesma subraya que abordan los temas de género con las cooperativistas y asociadas, “así como con el resto de los compañeros”, dice.
“Conversamos sobre el cambio climático, algo muy importante que atraviesa nuestro país y que nos afecta en la producción de alimentos y en la línea ganadera.
“IRES nos ha apoyado con recursos que se utilizan y tienen una importancia relevante para el funcionamiento de la cooperativa y, en este caso, nuestro sector campesino. Además, para el aula aportaron a la construcción del inmueble, sillas, mesas, un televisor, pizarra y material de oficina.
“A los asociados de nuestra cooperativa les ha gustado venir. Se han interesado en los temas que hemos debatido”, comenta.

Roberto Torres, siempre se ha dedicado al campo. Es una tradición familiar que defiende con orgullo. “Uno vive por eso”, dice. Con la colaboración del proyecto IRES ha llevado adelante sus cultivos y el desarrollo del ganado, su área fundamental.
“El proyecto IRES nos ha beneficiado mucho a nosotros. Nos ha dado muchos recursos que no habíamos recibido nunca. Si no fuera por el proyecto yo no tuviera esta siembra, me han dado una chicharrina para el forraje del ganado. Vagón, pala, tenaza…”, enumera.















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