Encanto de vocación

Testimonio de la Doctora en Ciencias Pedagógicas Clara Moya Duany, una valiente de su tiempo que dijo sí ante el llamado hecho por Fidel a los jóvenes cubanos en abril de 1960 para que enseñaran a los campesinos en zonas montañosas

No es fácil adaptarse a la vida de las montañas quienes no nacieron en estas: dormir en hamacas, alumbrarse con faroles, convivir con las ranas, subir y bajar lomas, caminar en el fango debajo de la lluvia y cruzar ríos crecidos es terrible.

Pero la descripción de esa realidad llegada a los oídos de Clara Moya Duany, entonces estudiante de cuarto año de la Escuela Normal para Maestros de Santiago de Cuba, no resultó un valladar ni la atemorizó; al contrario, con ternura y firmeza enfrentó a los padres –nunca había salido de su casa– y respondió al llamado especial del Comandante en Jefe Fidel el 22 de abril de 1960, hace seis décadas, frente a la falta de maestros rurales.

Desde el primer momento estuvo dispuesta a marchar hacia los más apar­tados rincones del país y aunque fue una de las pocas alumnas en llenar la planilla en su colegio, al llegar el momento de la partida en noviembre de 1960, se encontró con miles de muchachas y muchachos que dieron el paso al frente.

“Parecía que iba a ser difícil cubrir las plazas vacantes en la Sierra Maestra; sin embargo, nos reunimos en la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos de Manzanillo 1 500 personas entre estudiantes que tenían aprobado al me­nos el tercer año de bachille­rato, de la Escuela Normal o de Co­mercio, junto a maestros habilitados y maestras hogaristas, en aquella época sin trabajo.

“Salimos caminando desde allí hasta subir –apoyados con palos– al ´firme de la Maestra´ donde llegamos al amanecer extenuados y durante el trayecto sacamos y tiramos las latas de leche condensada, las barras de chocolate, pomos y otros artículos que nuestros familiares nos habían colocado en las mochilas, las cuales pesaban demasiado.

“Al divisar el campamento, situado en una planicie, respiramos hondo y optamos por tirarnos desde arriba dejándonos rodar como si fuéramos enormes piedras: así llegamos al campamento de San Lorenzo, en la Sierra Maestra, donde nos dieron la bienvenida y recibimos durante 45 días el Curso de Adaptación al Medio Rural.

“Había una neblina grandísima que no te veías ni las manos. Aprendimos a vivir en aquel medio agreste; bajábamos a pie de las estribaciones para visitar a los montañeses con quienes manteníamos un contacto directo y a buscar las provisiones. Aprendimos canciones de todo tipo y juegos didácticos y participativos.Terminamos en diciembre y cuando partimos hacia nuestros hogares para pasar el fin de año, lo hicimos cada uno con un aula asignada, la mía en Majimiana, Bayate, en Guantánamo.

“Me incorporé en enero. Allí completé mi formación en una escuelita multígrado de primero a cuarto grados. Éramos dos maestras; fungí como directora y la jefa de los brigadistas de la Alfabetización de mi cuartón (jurisdicción). Ahí mismo alfabeticé a las familias campesinas de esas serranías y a los haitianos con quienes aprendí a montar en una yegüita como medio de transporte.

“Al transcurso del año recibí la grata noticia de que emitieron una Resolución dirigida a los colegiales de cuarto año de la Escuela Normal mediante la cual les convalidaban la práctica que habitualmente realizaban en la Escuela Anexa. Mi graduación fue trabajando y en la Secretaría de la Escuela Normal guardaron nuestros títulos de Maestros Primarios hasta que pudimos ir a recogerlos.

“Por movimiento del escalafón pasé otro año en una escuela rural multígrado de primero a sexto grados, en Quemado de Cuneira, donde también fui directora. Estos resultados me avalaron para ganar el derecho a un aula en Santiago de Cuba.

“Llegué a la Isla en 1976 en la condición de metodóloga de Historia y no he podido alejarme de este pedazo de suelo cubano al que tanto amo”.

Al cabo de cumplirse 60 años del llamado de Fidel, aquella niña santiaguera que jugaba a la escuelita sin esperanzas de ser maestra y menos aún de tener un aula para ejercer su encanto de vocación, ahora es Doctora en Ciencias Pedagógicas, dirigió durante un mandato la Asociación de Pedagogos de Cuba en la Isla, mereció la distinción Educadora Destacada del Siglo XX y mantiene su vínculo con la enseñanza Superior.

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