A la Isla entregó su juventud

Foto: Yuniesky La Rosa Pérez

El azote a la Isla del ciclón Alma en 1966 transformó el destino de muchos cubanos. Quienes acudieron al llamado de venir a recuperar lo perdido y avanzar mucho más, no habían imaginado antes que aquí echarían raíces y protagonizarían una transformación sin precedente.

Fueron sobre todo jóvenes lo que se sumaron a la misión y con su espíritu desenfadado, entusiasta y el compromiso de levantar desde los cimientos un terruño abatido por la fuerza indetenible de la naturaleza, combatieron la adversidad.

Vinieron de todas partes a hacer de todo, hubo quien llegó, se fue y luego regresó. Reynaldo González Carro, fue uno de esos que volvió, aquí hizo su vida y hoy con 75 años vividos, la esposa a su lado, tres hijos e igual cantidad de nietos, recuerda como si fuese ayer que a la Isla entregó su juventud.

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“Yo estaba en La Habana, en Guanabacoa, cuando Fidel convocó a la juventud comunista, me había desmovilizado del ejército y trabajaba en la fábrica de zapatos Nguyen Van Troi, entonces decidí responder al llamado y vine con mi hermano en el 66.

“Mi hermano fue para la Reforma junto con Cristóbal Labra, quien muriera salvando los recursos en un almacén incendiado, mientras a mí me correspondió La Tumbita en un campamento pequeño donde regamos fertilizante al napier y recogíamos cudzú. El plan nos hizo estar en todos los frentes en la agricultura.

“Cuando terminé mi misión regresé a la capital, pero al poco tiempo volví como profesor político de un grupo de jóvenes que llegaban de varias provincias para preparase aquí. En La Habana había cursado escuelas políticas del Partido y cuando me llamaron me dieron a escoger entre Santiago de Cuba, Ciego de Ávila y la entonces Isla de Pinos, elegí esta tierra porque ya la conocía y me sentía comprometido con lo hecho.

“Todo formaba parte de un proyecto para convertir el Presidio Modelo en un tecnológico de la construcción que se llamaría Juventud Rebelde, con el mismo entusiasmo con que el Moncada se transformó en un centro educacional.

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“Allí se impartía política y yo era el profesor bajo los basamentos Macarencos teniendo en cuenta que eran jóvenes con problemas sociales, a quienes después se les llamó los Vikingos por su comportamiento, pero también estaban los Samuráis, las Tanias y las Picolinas, organizados en brigadas.

“La Isla fue una región de trabajo y sacrificio. Los jóvenes eran los protagonistas, todo lo hacía y movía la juventud, cada una de las tareas se habían confiado a ellos. Había un espíritu muy grande de asentarse aquí, muchos hicieron su familia, mientras otros la trajeron.

“El cambio de nombre de Isla de Pinos a Isla de la Juventud fue un compromiso moral, en aquel momento era una isla de jóvenes, pues fuimos los más bisoños quienes dimos todo para rescatar y desarrollar esta segunda isla cubana, siempre orientados por Fidel que personalmente estaba al tanto de cada tarea, por eso el nuevo nombre es un permanente compromiso con él”.

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Yuniesky La Rosa Pérez
Yuniesky La Rosa Pérez

Licenciado en Comunicación Social en la universidad Jesús Montané Oropesa, Isla de la Juventud

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