Humillante Enmienda Platt

Muchos cubanos en el siglo XIX hicieron inmensos sacrificios y derramaron su sangre durante 30 años en busca de la soberanía de la Patria, frustrada por la intromisión del vecino del Norte en la etapa final de la lucha conducida por el Ejército Libertador contra el colonialismo español.

En tanto, políticos anexionistas y empresarios ocupan posiciones importantes en la administración de William Mckinley (1897-1901) y alentados por sus ambiciones se preparan para recoger la fruta madura a punto de desprenderse de su tronco original.

Así aprueban en el Congreso y el Senado la engañosa Resolución Conjunta en 1898 que proclamaba el derecho del pueblo de Cuba a ser libre e independiente. Era una verdadera declaración de guerra a España.

El gobierno de Washington pide ayuda militar a los libertadores, gracias a la cual sus tropas desembarcan, realizan un bloqueo naval a la isla, con el apoyo de los insurrectos intervienen militarmente el país y obligan a rendirse al enemigo.

Sin embargo, las nuevas autoridades de ocupación impiden la entrada a Santiago de Cuba de los mambises, lo cual motiva una carta protesta de Calixto García y su renunciacomo jefe militar.

Tampoco reconocen al Ejército Libertador e incentivan las discordias internas hasta conseguir su licenciamiento.

El desenlace de la contienda conlleva a la obtención por parte de los yanquis de varias colonias españolas, entre otras Cuba, y con la firma del Tratado de París, el diez de diciembre de 1898, concluye la contienda y los cubanos ni fueron invitados a las negociaciones.

Crece la desconfianza hacia la naciente potencia, la población muestra su voluntad independentista en esos años inciertos y la defensa de sus símbolos afirma ese clamor, también presente en poemas y décimas.

El siglo XX se abre para Cuba con una falsa independencia, surge la república neocolonial cuando el 12 de junio de 1901 bajo la primera ocupación militar norteamericana (18991902), el gobierno imperialista impone la deshonrosa Enmienda Platt (o Tratado Permanente) como apéndice constitucional a la primera Carta Magna aprobada en días anteriores por la Asamblea Constituyente, conformada por delegados electos por el pueblo.

La cláusula con sus ocho acápites se apruebacon 16 votos a favor y 11 en contra, tras prolongados debates y bajo el chantaje de Estados Unidos de no poner fin a la ocupación militar hasta que no se firmara. Lo cual efectúan los participantes en la Convención Constituyente, sin ápice de agrado por el condicionamiento.

Ejemplo de humillación fue, además, el Artículo VI: Que la Isla de Pinos será omitida de los límites de Cuba propuestos por la Constitución, dejándose para un futuro arreglo por Tratado la propiedad de la misma, a pesar de ser parte del territorio cubano.

Gracias al reclamo popular y el Tratado Hay-Quesada, tras 25 años reclamando la rectificación, el Senado yanqui finalmente reconocía la soberanía cubana del territorio, el 13 de marzo de 1925.

Tomás Estrada Palma, primer presidente de Cuba después de la ocupación militar de Estados Unidos, aprobó tres tratados que fortalecieron la dominación: el Tratado de Reciprocidad Comercial (1902), el Tratado Permanente (1903) y el Tratado de Arrendamiento de Bases Navales y Carboneras (1903).

Patriotas como Juan Gualberto Gómez,Salvador Cisneros Betancourt y Manuel Sanguily encabezaron el movimiento contra esos planes y advirtieron de las nefastas consecuencias neocolonial.

José Martí en su carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado (testamento político), el día antes de su muerte, le escribe: “(…) Todo cuanto hice y haré ha sido para impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los  Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras (…)”, en alerta que hoy cobra mayor vigencia.

 

 

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Mayra Lamotte Castillo
Mayra Lamotte Castillo

Licenciada en Periodismo en la Universidad de La Habana; tiene más de 40 años en la profesión.

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